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Así lo relata la revista Confirmado: “Para muchos de ellos [los invitados], lo que siguió después de la cena, la noche del 22 de julio, resultó una experiencia única e irrepetible: comenzaron a bailar al son del único disco disponible –música española o españolizante, nunca se supo bien–, pero al poco tiempo se apagaron todas las luces. Uno a uno, los invitados al happening fueron invitados a pasar a otro cuarto: para ello debían reptar por debajo de un gigantesco corsé de yeso que cubría la parte superior de la puerta. Pero valía la pena entrar en ese cuarto, en donde está pintado un gran rayo rojo, en cuyo centro se lee una inscripción cabalística: Sha zaam, el rayo helado. Una máquina lavarropas en pleno funcionamiento agita un misterioso trapo negro, mientras muchos, demasiados globos de gas vuelan por el aire, golpean el rostro de los participantes y un enorme, monstruoso insecto con cuerpo de hombre está colgado del techo. Semidesnudos, apenas cubiertos por trapitos que imitan la piel del tigre, cuatro personajes indescifrables comienzan a danzar frenéticamente, mientras la música ensordece a todos. Después, los bailarines reparten entre los invitados algunas tajadas de melón y aparece alguien disfrazado de Batman, mientras desde alguna parte comienzan a llover pequeñas pero pesadas pelotas de goma, que caen indiscriminadamente sobre hombres y mujeres…”. (“Que los parta un rayo”, Confirmado, 4 de agosto de 1966).