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Así lo describe el diario El País, “De entre los espectadores surgieron quince gordas que empezaron a embetunar a otros tantos musculosos (de L’Avenir) que por su parte alzaban en vilo a niños y señoritas del público para luego depositarlos suavemente en tierra. Simultáneamente varias –y encantadoras– chicas se dedicaban a la simpática tarea de abrazar y besar a los perplejos amantes del arte. Unos jóvenes envolvían con largas tiras de papel a varias muchachas que quedaron hechas sendos sándwiches (o momias o paquetes) en un cuadro plástico de excepción. Cayeron globos sobre el círculo, que los musculosos se encargaron de reventar ayudándose de tachuelas que llevaban acondicionadas en sus dedos y un helicóptero dejó caer del cielo gallinas, lechugas y una lluvia de talco que blanqueó a las gentes ávidas de pop […] Había que ver a las gordas persiguiendo a los musculosos para embetunarlos; y a los musculosos persiguiendo a los globos para reventarlos; y a los globos esfumándose en un segundo como un sueño que se desvanece; y la cara de aquel señor que escondió una gallina abajo del saco; y las pobres gallinas que caían atontadas sin entender el pop; y las personas que sin tampoco entender el pop se ligaron un lechugazo en la cabeza y quedaron con sus trajes blancos de harina; y los que entendían el pop y no les gustó; y los que también entendían y les encantó”. (“Marta Minujín y su suceso casi derribaron el Cerro”, El País, Montevideo, 26 de julio de 1965).