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“Con la Minujín a la cabeza –vestía zapatos de color crema, medias blancas, un vestido muy «op» y un gorro de aviador de estridente amarillo– comenzaron la aventura en Florida y Lavalle. En una disquería […] comenzaron a contorsionarse como yogas bailando al compás de una violenta melodía de los Rolling Stones, invitando a participar a los que lograron ubicarse en la primera fila de un grupo de casi doscientas personas […] En la avenida 9 de julio se los vio cruzar de la mano, con la luz roja, detener a los automóviles provocando un embotellamiento […] El viento echaba hacia atrás los blondos cabellos de Marta cuando corría perseguida por los muchachos alrededor del Obelisco, nuevo centro de operaciones. Uno de sus compañeros apareció de pronto con 25 cucuruchos de helado de todos los colores e imprevisiblemente, los cuatro, sin probar el helado, se acercaron al monolito y le arrojaron con furia el contenido de los cucuruchos. En el granito aparecieron manchas de color que reverberaban a la luz del sol. Acto seguido, la capitana del equipo decidió no desperdiciar el dinero invertido y comenzó a saborear el helado. Todos siguieron a la Minujín y el Obelisco se convirtió en un gran cucurucho”. (Centofanti, Jorge. “Marta Minujín exporta menesundas”, 7 días, Buenos Aires, citado en Marta Minujín. Obras 1959-1989 [cat.exp.]. Buenos Aires: Malba, 2010).