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Para Ginzburg, la obra no se reduce a la intervención en el terreno baldío, sino que comprende igualmente el recorrido que debe realizar el espectador para apreciarla. Así cuenta el proceso de producción y recepción de la pieza: “El Museo de Arte Moderno estaba en el noveno piso de un edificio en la calle Corrientes. Recorriendo las salas del museo, detecté que justo en frente de uno de los grandes ventanales que daban a la calle, había un espacio vacío perteneciente a otro inmueble. Un muro de 30 metros de largo impedía que los transeúntes vieran el interior de ese terreno baldío, o que pudieran entrar. Por el contrario, desde la ventana del museo, en el noveno piso, había una vista magnífica del lugar. Monté entonces una estructura de metal sobre el muro del terreno baldío. Desde la calle, los transeúntes y los conductores de automóviles podían ver dos grandes carteles adheridos a la estructura metálica. Ellos decían «En el interior de este terreno baldío hay una obra de arte oculta. Sólo hay una forma de descubrirla: subir al noveno piso del Museo de Arte Moderno y mirar por la ventana». Después de la lectura, la gente observaba los ventanales del museo. Sobre la fachada del edificio, había otro cartel que decía: «No sirve de nada mirar desde abajo hacia lo alto. Para descubrir la obra de arte oculta sólo hay una posibilidad: subir al noveno piso del Museo de Arte Moderno y mirar por la ventana». Muchas personas se paraban ante los primeros carteles y algunos subían al museo. Dentro de los ascensores que conducían al noveno piso, las paredes portaban el siguiente aviso: «Está usted en el buen camino para descubrir la obra de arte oculta en el terreno baldío». Al salir del ascensor, se ingresaba al museo. De inmediato, se veía una flecha pintada en el piso, con la inscripción: «Muy pronto, el misterio será develado. Siga esta flecha que lo conduce justo delante de la ventana que permite observar la obra de arte oculta». Al llegar a la ventana, había que tener paciencia porque solía haber cola delante de ella. Luego de hacer la cola, aparecía un último cartel pegado a la ventana que decía: «Este es el gran momento, finalmente podrá ver la obra de arte oculta en el terreno baldío». Al mirar por la ventana se veía todo: el terreno era profundo, y tenía por lo menos 80 metros. A lo largo de toda la superficie plana de tierra negra, se hallaba la palabra TIERRA pintada con pintura blanca. Así se descubría la obra de arte oculta; ella era el proceso de descubrimiento y no el resultado concreto. La experiencia se cerraba cuando el espectador, desde la ventana, observaba a los transeúntes que leían los primeros anuncios del circuito, se identificaba con ellos, y recreaba mentalmente el recorrido completo” (declaración del artista inédita, 2001).