La cinta contaba con crespones negros a intervalos regulares. Como ha señalado Natalia March en texto ya citado (2010), se trata aquí también de función metalingüística junto al contendido político. Efectivamente, la descripción del título –los 300 metros de cinta–, alude a un procedimiento nominativo propio de las obras “plásticas”, donde la explicitación del material es parte de la “ficha técnica”. Pero aquí ese uso aparece en un contexto de extrañamiento, desfasado de su función típica, desacomodado frente al apasionamiento de la hora. En 2012, al cumplirse  cuarenta años de la masacre de Trelew y del evento en la Plaza, por unas horas Zabala repuso la instalación.