CONTROVERSIAS
Jorge Glusberg: Una pipa en Flandes
Como fondo de su barbada presencia, impenitentemente proyectada en una magnifica pipa inglesa, Jorge Glusberg ha elegido un cuadro del uruguayo Nelson Ramos que lo crucifica –que lo tacha– como si se lo hubieran enviado sus numerosos detractores. Por lo que, si se quiere, se le puede considerar como un alarde de indiferencia ante los ataques, sobre todo en estos momentos en que arrecian por su intervención en el affaire caratulado Bienal de San Pablo. Pero es necesario recapitular.
Glusberg es el controvertido director técnico del Centro de Arte y Comunicación, un intento que ha heredado las furias desatadas en determinados sectores por el desaparecido sector [sic] del Instituto Di Tella destinado a las artes visuales, y, al mismo tiempo, sus adhesiones incondicionales. Es decir, que sucede virtualmente a Jorge Romero Brest en la titularidad de un movimiento pendular entre la admiración y la diatriba, aunque con ciertas desventajas impuestas por el momento, de ninguna manera tan favorable como el que permitió la virtual dictadura de su antecesor. Circunstancias que parecen no perturbar a Glusberg quien sistemáticamente no elige la defensa, sino el ataque. Es decir, que ha decidido ponerle buena cara al mal tiempo.
Periodista crítico desde 1951, en sus debuts como redactor de la revista Ver y Estimar, dirigida, y no casualmente, por Romero Brest, su curriculum suma actuaciones, siempre polémicas, en la Sociedad Hebraica Argentina, en el semanario Análisis y, como corresponsal, en Goya, de Madrid, D'Ars, de Milán, Art & Artist, de Londres, y Opus, de París. Hasta que decide crear el CAYC, hace casi dos años, con un objetivo precisamente determinado: promover la ejecución de proyectos y muestras donde el arte, los medios tecnológicos y los intereses de la comunidad se conjuguen en un intercambio eficaz que ponga en evidencia la nueva unidad del arte, la ciencia y el entorno social de esta época. Propósitos amplios y ambiciosos que hasta este momento han justificado numerosas –y discutidas– exposiciones, visitas de artistas y críticos extranjeros, discusiones públicas, enfrentamientos periodísticos y un proyecto que acaba de frustrarse antes de verse realizado. Pero que ha tenido una importante derivación: la exposición de arte de sistemas que se está realizando en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, con algunos de los artistas que iban a participar en el proyecto original, que consistía en una presentación independiente en la Bienal de San Pablo, que se inaugurará, rayos y centellas mediante, en setiembre próximo.
El proyecto del CAYC fue bombardeado recientemente por una fusión de dos grupos de artistas e intelectuales de América latina (Museo Latinoamericano y Movimiento de Independencia Cultural Latinoamericano) que boicotearon la representación ya conseguida por Glusberg en un mes y medio de trabajo personal en ateliers de todo el continente. Incluso, en un documento hecho público hace algunas semanas, se lo acusó de actuar como invitador oficioso usado por las autoridades de la Bienal para evitar el fracaso de la muestra brasileña, una de las más importantes del calendario internacional, ubicada casi a nivel de su similar veneciana. La reacción de Glusberg fue inmediata: renunció a los 4.500 metros cuadrados que se le ofrecían en el magnifico local de la muestra en el parque Ibirapuera y enterró su proyecto.
"Sucede que a nadie que me conozca –se exalta al referirse al episodio– le puede caber la más mínima duda respecto a mi coincidencia con la ideología sustentada por los que me atacan. Sigo estando de acuerdo con las razones que motivan el boicot de los artistas, pero insisto en que era mucho más importante el diálogo con los artistas brasileños. La muestra que propiciaba el CAYC no participaba de los premios ni concurría en calidad de representaciones nacionales, como un país más dentro de la estructura caduca de una bienal, y eso lo ponía a cubierto de cualquier sospecha. Pensé, en cambio, que ayudaría a modificar futuras reuniones de gente dedicada al arte. No lo entendieron e incluso llegaron a agresiones que considero un ataque gratuito a un trabajador intelectual. Pero insisto en que el grupo que había reunido, y del que muchos, escuchando razones parcializadas, desertaron, era un intento de diálogo y no el de apoyar a un régimen abiertamente policial."
Lo dice, y su pipa lanza un furioso aluvión humoso. Sobre su cabeza la cruz de Nelson Ramos no dice más que lo que muestra.