Torres de la memoria se enlaza con aquella serie de armas que Gómez realizara a mediados de años ochenta. Clavos, látigos, cepos, grilletes y espadas surgieron después de haber presentado la humillación de la tortura, los cuerpos lacerados y sus vísceras, tal como él mismo expresara:
[...] si una vez hice un muerto, porqué no voy a hacer un látigo, y si una vez vi un cacho de carne cortada, porqué no voy a hacer un cuchillo. Y si una vez vi un cráneo destrozado, voy a hacer una maza [...] Pienso que eso sirve para enfrentar al poder.
[...] La obra de Gómez toma la imagen de un mazo medieval para referirse a la tortura ejercida en las recientes dictaduras y, de este modo, la distancia histórica que nos separa de aquellas sociedades abre un amplio espacio de reflexión, en el que estas Torres trascienden aquel oscuro período y nos impulsan a guardar memoria sobre las consecuencias de la intolerancia y el autoritarismo.