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Más allá de sus vinculaciones con la ideología cultural del fascismo –con la que no todos los artistas participantes estuvieron de acuerdo–, el Novecento encarna la versión italiana del retorno al orden. Recuperan la figuración clásica bajo la prédica de De Chirico y Carrà, en una etapa posterior a la de la Pintura Metafísica, pero de la que, sin embargo, conservan el carácter y una cantidad de rasgos formales, tratando de insertar en la tradición italiana del Renacimiento, particularmente la del Quattrocento, un arte basado en la "limpieza de la forma, el buen orden de la concepción, y la exclusión de lo arbitrario y de lo oscuro." El movimiento se forma en Milán en 1922 y, entre otros, son sus representantes Mario Sironi, Carlo Carrà, Felice Casorati, Massimo Campigli, Achile Funi, con el apoyo teórico de la crítica Margherita Sarfatti. Cfr. Diccionario Larousse de la Pintura, Madrid, Ed. Planeta, 1982, t. 11, p. 778 y George Heard Hamilton, Pintura y escultura en Europa: 1880-1940, Madrid, Ed. Cátedra, 2ª. Ed. 1983, pp. 528 a 531.