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“A su llegada, Malharro cayó, no sé por qué circunstancias en el taller de Cormon, un representante genuino del Centro, un laureado consuetudinario, ¡un miembro del Instituto! Bien se comprende que no iba a permanecer en un medio tan incompatible con su temperamento impulsivo. Los naturalistas, y luego los impresionistas, debían atraerle poderosamente; iba a recorrer con ellos toda la escala de esta agrupación hasta llegar a los decadentes. Falto de recursos, el artista tuvo que apelar al dibujo comercial como medio de subsistencia; pero, careciendo de la disciplina académica, que sólo puede dar al dibujante la plena posesión de su talento, no obtuvo, como bien se puede imaginar, el éxito apetecido. Todos estos contratiempos, que hubieran doblegado a un timorato, no hicieron sino dar aún más temple a su carácter de acero”, en Emilio Coutaret, “El pintor”, revista ARS, Número Malharro, año III, N° 18, La Plata, octubre de 1911, reproducido en Laura Malosetti Costa, Cuadros de viaje. Artistas Argentinos en Europa y Estados Unidos (1880-1910), Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, p. 260.