En esta obra Maresca emplea el título para describir la actividad practicada cada anochecer, por los cartoneros con sus carritos de “tracción a sangre” humana y a su vez, por proximidad, manipula el nombre del Centro Cultural Recoleta, lugar en donde la obra se exhibe y que designa además a uno de los barrios más caros y exclusivos de Buenos Aires, en cuyo corazón la institución está emplazada. La actividad de los cartoneros se había hecho especialmente visible a partir de la hiperinflación de 1989, que anticipó la salida del gobierno de Alfonsín y la asunción de Carlos Menem, cuya administración sólo pudo dominar los altos índices inflacionarios a costa de la Ley de convertibilidad (1991), que tuvo, entre otras, la consecuencia de profundizar la desocupación.
La artista obtiene dos carros con su carga completa directamente de los recolectores del Albergue Warnes, base de operaciones y refugio de un gran número de marginados sociales. Conformando una progresión que los transforma, exhibe uno de ellos como objeto encontrado sin modificar, con sus olores y colores. Al siguiente lo pinta cuidadosa y completamente de blanco, haciendo de él un monumento escultórico clásico. La obra se completa con dos carritos a escala reducida que replican continente y contenido de los mayores. Realizados en fundición de bronce, uno está bañado en plata y el otro en oro. Los cuatro objetos están presididos por un texto de Paracelso, seleccionado para enfatizar los alcances de la transmutación alquímica y la capacidad del trabajo humano de convertir lo vil en excelso, ya sea ganándose el sustento manipulando la basura o haciendo arte espiritualizando la materia.