La Guerra del Golfo inspira a la artista Wotan-Vulcano. El título invoca el nombre que entre los antiguos germanos designa al dios de la guerra –el Odín de los escandinavos– y lo asocia a Vulcano señor del fuego y de la fragua, que forja las armas de Marte, otra deidad guerrera en la mitología latina. Pero aparte de estas atribuciones, el místico alemán del siglo XVII, Jakob Böhme dice que
“Vulcano inflama la ‘rueda de fuego de la esencia’ cuando la esencia se ‘aparta’ de Dios. De esto nacen la codicia y el pecado, que son la ‘ira de Dios’. El alma es entonces un ‘gusano’ como la ‘serpiente de fuego’, una ‘larva’ y un ‘monstruo’.”
Esta visión puede asociarse a las profundas razones del conflicto que, como la reciente invasión a Irak, se vinculan con la necesidad, por parte de las naciones occidentales lideradas por Estados Unidos, de controlar las reservas de hidrocarburos de la región. Maresca lo sintetiza con la lámpara de petróleo que permanece encendida y la pila de carcasas de féretros acomodadas sobre una alfombra de estilo persa. Frente a la desmesura del desastre y de la muerte que los féretros representan, en inexorable proporción, la “pequeñez” de la lámpara prefigura la mezquindad de los motivos de la guerra. La alfombra alude al oriente, lugar de los sucesos, y es para los musulmanes superficie sagrada apta para la plegaria. Todo ello encerrado en un espacio con pisos y paredes dorados, una manera de confinar el mal, de reverenciar y sublimar la muerte, rodeándolos con un halo de luz divina.