Ecuación-El Dorado asocia su apariencia a las construcciones que el arte minimal, desarrolló en los años 60. Este modelo reduccionista se aprecia en las grandes proporciones de la esfera y el cubo dorados que se apoyan sobre una pirámide truncada, forma paradigmática de la arquitectura sagrada precolombina. Mientras la esfera y el cubo representan el oro –tanto el extraído por los españoles como el de la obra alquímica–, la pirámide laqueada en rojo sobre la que se ubican estos cuerpos, completa la ecuación: encarna un lingote de sangre indígena derramada como tributo al saqueo y la ambición. Un sillón de estilo colonial –emblema del poder que avasalla– y una computadora que suministra datos sobre la conquista –como estadísticas sobre etnias diezmadas o cantidades de tesoros transferidos–, actualizan y a la vez desvirtúan una tendencia que como el minimalismo no aceptaría nunca ser soporte de metáfora alguna y menos aún de una denuncia, donde la operación conceptual de trasladarla a un aséptico cálculo matemático, no hace más que acentuar su feroz contenido.