Ouroboros, la mítica 					serpiente que devora   su cola y que simboliza la circularidad del tiempo –el “eterno 					  retorno” de Nietzsche– da oportunidad a la artista para cuestionar, 				  	en plena Facultad de Filosofía y Letras, las infecundas repeticiones 		  			de saberes: cuando el pensamiento no logra proceder críticamente, 			  		afirmaciones y teorías se siguen por un perezoso respeto al principio   					de autoridad o, a veces, por el simple hecho de ser palabra   impresa, haciendo 				recurrente y circular un saber que, así, queda   estancado.
	La enorme forma, instalada en la plaza seca 					de la facultad, estaba   cubierta con páginas de libros deshojados, 					que hacían las veces de   escamas. Muchos de estos textos 					formaban parte de bibliografías   vigentes en esa casa de estudios, 					lo que causó escozor 				entre   algunos estudiantes.