La parquedad empleada en El Dorado, se profundiza en la dureza de los textos concisos –pintados con la sencilla y anónima eficacia de un letrista– de la instalación Espacio disponible, presentada en el Casal de Catalunya en 1992. Carteles de publicidad callejera suministran escuetas informaciones: disponibilidad y un número telefónico, el de la artista. El espacio publicitario, que tradicionalmente se vende para promover mercaderías, en esta ocasión plantea otras comunicaciones, entre las que se incluye un mensaje sobre el discurso artístico, que se infiere de la colocación de los carteles en la sala de exposiciones de un centro cultural.
Por otro lado al vincularse a sí misma consignando su teléfono personal, Maresca señala la situación problemática del artista como productor de objetos. Éstos debiendo trascender su valor de mercado e instaurar contenidos que se inscriben en un universo espiritual, requieren, sin embargo, el reconocimiento de una sociedad inclinada por lo material. La operación, de fuerte anclaje conceptual, resulta esclarecedora: reduce la información para concentrar la atención del espectador en el propio espacio abstracto de la comunicación para lo cual evita todo esteticismo formal, al que podría haber conducido un diseño gráfico más elaborado.
Tanto la presente instalación como el operativo estético Maresca se entrega todo destino, aparecido en 1993 en el N° 8 de la revista El Libertino, aluden al vínculo equívoco que se da entre arte y mercado. Fabián Lebenglik señala en el prólogo del impreso de Espacio disponible, que el sentido de esta obra adquiere relevancia en la Argentina de las privatizaciones. Además se inserta en el contexto de las especulaciones del embrionario –pero en ascenso– mercado de arte local.