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“El boliche era de Richiger, y estaba todo hecho con cosas recicladas, la sillas eran como de tractor, el bar no era una bar, era una heladera con ruedas, todo tenía otra función. Lleno de biombos, había hecho dentro del living de la casa, una especie de horno de barro que cubría toda la habitación. Atendía a puertas cerradas, era una casa tomada”. Entrevista de Adriana Lauria con Fernando Bedoya, Buenos Aires, octubre de 2007.