única en prestarles atención, en aproximarse a ellos, en hacerles sentirse dignos de ser fotografiados...”. Esta anécdota es oportuna, porque más que desvelar la actitud de Arbus, revela el posicionamiento de Rivas respecto a sus modelos.
En las imágenes de Arbus hay algo de espectáculo mezclado con sensiblería. Rivas, al contrario, es una personalidad ambigua, mucho más compleja y madura. En él, el “fallo”, la disonancia, la fractura, lo siniestro queda reducido a una intervención mínima, de manera que no se deteriora la credibilidad. Rivas dosifica la inquietud, introduce una desviación ligera, juega con los equívocos... El espectador percibe algo extraño en esa realidad que se le presenta ante los ojos sin saber exactamente de qué se trata. El caso de Arbus es diferente: precisamente porque explora el efecto, cierra las puertas al misterio.
[...] “puesta en misterio”, algo que se aproxima al concepto de belleza surrealista –tal y como lo definió Bretón– y que Humberto Rivas incita sistemáticamente. Y cómo él todos los grandes melancólicos desde De Chirico a Hopper o Balthus. Se trata de provocar una fractura en los hábitos de percepción, de introducir elementos ajenos a la lógica. De este modo, la realidad se nos aparecerá extraña y turbadora. [...] tras esa “realidad enajenada” asoma una dimensión fantasmática. [...] este fantasma que se vislumbra es lo inefable, la pura expresión de lo siniestro.
[...] Los retratos de Humberto Rivas oscilan entre [...] lo animado y lo inanimado, entre lo humano y lo autómata, entre lo viviente y lo inerte. De ahí esa apariencia tan extraña y misteriosa, una extrañeza que no está en el modelo sino en el fotógrafo. [...] Se trata de una aportación de Rivas: él sabe hacer emerger de sus modelos esa dimensión inquietante. [...]