ruinas en negro y blanco. Ruinas son las puertas condenadas y los escaparates [...], los nocturnos [...], las fachadas sin interior [...], los pueblos desiertos [...]
Ruinas, tan yermas como las calles a las que se asoman las ventanas de los interiores de Edward Hopper. O tan exánimes como los talleres abandonados y las máquinas obsoletas de Bernd e Hilla Becher, cuya máxima “encuentra un tema y persíguelo obsesivamente toda tu carrera” bien podría compartir Humberto Rivas. Es el poder del blanco y negro, el secreto de la oscuridad, el misterio de las ventanas atrancadas y las puertas cerradas a cal y canto. [...]
Representar ruinas equivale a captar la historia en sus más insignificantes apariencias. Es el mejor coto de caza para el poeta, según decía Charles Baudelaire: cual trapero, el poeta moderno recoge la escoria que transformará en poesía, al igual que el trapero selecciona sus hallazgos. El poeta encuentra sus metáforas leyendo en la basura lo que no está escrito en ningún otro sitio.
El trapero es una imagen persuasiva. De los poetas, como quería Baudelaire, y también de algunos periodistas, según Mariano José de Larra. Y hasta de ciertos fotógrafos, entre los que estaría bastante bien acompañado Humberto Rivas.