se debe esa posición a un capricho del fotógrafo. En realidad, nada en las fotos de Humberto Rivas es resultado del capricho o del impulso. Su obra es producto –entre otras cosas– de su reflexión sobre la realidad, la percepción, la representación y la historia del arte. De manera que –sobre todo porque hay otros puentes, más visibles, menos hipotéticos– es posible vincular la cabellera negra de esa mujer de espaldas con la melena negra de un hombre de espaldas que aparece en “La reproduction interdite” (la reproducción prohibida), un retrato de 1937 de René Magritte en el que la figura se duplica –absurdamente– también de espaldas en el espejo que tiene frente a sí.
Dejemos por ahora a “Lara”, pero no a Magritte, y vayamos a otros retratos de Rivas en esta muestra. Entre varios de Roberto Aizenberg, hay dos que pueden relacionarse con el hombre de
“La reproduction interdite”. Uno, de 1978, donde la silueta negra del pintor surrealista argentino se recorta, de espaldas, en el fondo blanco cruzado por la línea diagonal de una escalera. Otro, de 1975, donde Aizenberg aparece mirando a la cámara, sentado frente a una mesa, con una mano tocando apenas una esfera pulida como un espejo. En el texto del catálogo, señala Adriana Lauria, la curadora de la muestra: “la coincidencia de pose y escenario con el óleo de Magritte ‘El principio del placer (Retrato de Edward James)’, de 1937, encuentra variaciones en algunos detalles como la piedra que está en lugar del orbe. Pero la ligazón se refuerza cuando comprobamos que existen fotografías de Man Ray con el mismo personaje en igual postura [...].
¿Pero “Lara”? ¿Cuál es su nexo con “La reproducción interdite”, además de la coincidencia de las cabelleras negras y de