Gracias a los contempladores e intérpretes la obra de arte mantiene su dignidad como obra de arte. La vigencia de la obra en el tiempo es similar a la vigencia del Oráculo de Delfos. Aquí, el lenguaje divino fue inagotable mientras mantuvo su riqueza polisémica (su enigma) y su exigencia de ser escuchado (interpretado). Don Quijote sigue siendo inagotable pues aún no está saturado de significados: todavía no ha desvelado todos sus secretos. Sigue siendo una intuición del mundo (del pasado) apta para manifestarse e influir en mi manera de ser en el mundo (del presente).
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El arte hace presente y pone en relación: es un puente entre el sujeto, el objeto y el mundo. El arte crea un espacio privilegiado para que la apariencia de las cosas nos aproxime a las cosas.
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Vanos, atractivos o decepcionantes, los discursos teóricos no son interminables por ser insuficientes. Son interminables pues se basan en la obra de arte, que se presta a interpretaciones interminables.
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La llamada "creación" de una obra de arte pasa por algunas fases, de límites poco netos: la incubación y la aparición de la primera imagen comienza con la inminencia de una apertura. Sigue con la percepción de estímulos exteriores, con un ensimismamiento, con una excitación afectiva y con una descarga de energía. Pasa por la intuición, revelación y figuración de una idea. Pasa por el azar, por el ejercicio de una voluntad formal, de un estilo personal, de una autocrítica, de conocimientos teóricos y técnicos. Las continuidades y los saltos del proceso creativo están relacionadas en zig zag por el placer. No se fuerza lo que se crea.