Luis Falcini
(Buenos Aires 1889-1973)
ver además:
Un panorama del siglo XX
Martín Malharro
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Guillermo Laborde. Retrato del escultor Luis Falcini, 1916, óleo s/tela
Museo Nacional de Artes Visuales
Uruguay
Luis Falcini nace en Buenos Aires el 27 de noviembre de 1889, en el seno de una familia inmigrante de la clase obrera. Inicia su educación artística con el tallista y artesano Benjamín Asnaghi, ingresando a los cursos nocturnos de Estímulo de Bellas Artes. Forma parte del grupo de jóvenes artistas que frecuentan el taller de Martín Malharro en sus últimos años de vida, taller que visita con su amigo, el pintor y grabador Carlos Giambiagi, con quien forja una sólida y duradera amistad.
La afición por la lectura de León Tolstoi, Máximo Gorki, Emilio Zola, Honoré de Balzac y la propia pertenencia a una familia de clase proletaria, pueden pensarse como la base fundamental de sus ideas estéticas y sociales. El propio artista menciona que su acercamiento a Tolstoi fue más por su faceta como educador que como escritor, ya que le atraían sus ideas a favor de una educación más natural.
Por su orientación hacia nuevos sentidos, propios del espíritu dinámico de la modernidad artística, es considerado parte del grupo de artistas renovadores de la escultura argentina. Desarrolla un estilo vinculado al humanismo donde pueden observarse matices sentimentales y referencias a la situación de opresión que viven las clases subalternas.
Sus primeras esculturas son expuestas en las vidrieras de un bazar ubicado en Florida al 100. Se trata de Abel –un relieve– y dos terracotas, Roca y Eleonora Duse.
En 1910 participa en la Exposición Internacional del Centenario con Triste herencia por la cual obtiene el tercer premio y Retrato del pintor Carlos Giambiagi. En 1911 el Gobierno Nacional, gracias a gestiones de Arturo Urien, le otorga una beca de estudios para viajar a Europa por cuatro años. Antes de emprender el viaje, asiste a una conferencia dictada por el anarquista Alberto Ghiraldo, cuyas ideas lo impresionan profundamente. Ghiraldo y Malharro lo encomiendan a Rubén Darío, entonces residente en París y director de la revista Mundial.
Parte rumbo a Londres junto con el pintor Ramón Silva en mayo de 1911 y desde allí se traslada a París, destino del viaje. En esta ciudad asiste a las Academias Libres de la Grande Chaumière y Colarossi y a la Escuela de Bellas Artes. Allí se interesa en el escultor eslavo Ivan Mestrovic e inicia su búsqueda estética que lo aproxima a un decorativismo depurado, lejos ya de todo naturalismo academicista. Por esta época conoce a Alcides Arguedas. Realiza un corto viaje a Bélgica para ver la obra de Constantin Meunier. De París pasa a Milán y Turín, donde se encuentra con Antonio Sibellino y lo convence de ir a estudiar a Francia. Arriba a Florencia en 1912, efectúa viajes a Roma, Nápoles, Génova, Capri, Venecia y otras ciudades.
Ese año, debido al fallecimiento de su hermano Doro, vuelve a Buenos Aires por un corto tiempo. En el curso de este viaje, en Marsella, se le suma Domingo Viau. Terminada su licencia regresa a París, donde comienza la ejecución de una figura, Dolor, que no puede terminar debido al inicio de la Primera Guerra Mundial. En el período previo al conflicto ejecuta varias esculturas –entre ellas la cabeza de Malharro de 1912–, algunas de las cuales se pierden por la guerra y otras son destruidas por el propio artista. A causa de la conflagración se cancelan las becas, hecho que determina su regreso a Buenos Aires.
A fines de 1915 vuelve a Europa, gracias a la venta de varios libros y a la ayuda paterna. Desembarca en Lisboa. Ya en París, trabaja primero como calibrador de obuses en una empresa metalúrgica y luego como descargador de vagones de mercadería en la estación de Vaugirard. A pesar de la distancia participa consecutiva e ininterrumpidamente en el Salón Nacional.
Cuando, en 1917, consideraba su regreso debido a la guerra y a las dificultades económicas, Arturo Urien, cónsul argentino en Milán, le ofrece la Secretaría de dicho consulado. Obsequia a Urien una reproducción en cera de la escultura Dolor, cuyo ejemplar en bronce figura en el Museo Nacional de Bellas Artes. En esa ciudad conoce al escultor Medardo Rosso.
Debido al avance de Mussolini decide renunciar al cargo y se traslada a París, donde se reencuentra con su amigo Domingo Viau. Toma cursos de grabado al aguafuerte y punta seca.
Vuelve al país en 1918 e integra un grupo de artistas que trabajan en la organización de un Salón Independiente. Realiza La niña que mira, bronce que pertenece a la colección del Museo de Bellas Artes de Tandil.
Forma parte de un grupo de artistas independientes que se reúne en un  taller en la calle Canning de Buenos Aires; entre ellos se encuentran los críticos de arte Atalaya y Augusto Gozalbo, los pintores Domingo Viau, Carlos Giambiagi y Hugo Garbarini y los escultores Antonio Sibellino y Nicolás Lamanna. Este colectivo edita, redacta y publica las revistas Acción de Arte y más tarde Campana de Palo. De este mismo año es su obra Démeter.
Al año siguiente se muda a Montevideo gracias a la ayuda de Blanes Viale, pintor uruguayo, director de la Escuela de Artes y Oficios de esa ciudad, quien le ofrece enseñar escultura y dibujo en dicha institución. Por iniciativa del arquitecto Juan Antonio Scasso, el Museo Nacional de Montevideo recibe en donación El pastor adolescente.
Su primera obra del ciclo montevideano es un retrato del pintor Guillermo Laborde. Durante este año, los estudiantes que habían tomado el Colegio Nacional de La Plata, lo invitan a incorporarse como profesor por lo que decide abandonar el cargo uruguayo. Sin embargo, en el ínterin las autoridades retoman el colegio y mantienen el status quo anterior, por lo cual continúa su labor docente en Montevideo.
Desde allí prosigue realizando envíos a Buenos Aires. En 1924 recibe el Segundo Premio de Escultura del XIV Salón Nacional por su obra Flamma extinta y en 1927 obtiene el Gran Premio de Escultura de este certamen por el relieve del Monumento a la poetisa M. E. Vaz Ferreira.
Se presenta al concurso del Monumento al Gaucho, destinado al Parque de los Aliados de Montevideo; el proyecto se le otorga a José Luis Zorrilla de San Martín. Para la Rambla de esa ciudad realiza el boceto de Obrero urbano, escultura que no llega a ser finalizada. Se hace cargo de la Sección Artes del diario del partido comunista uruguayo Justicia.
Hasta 1929, año en que renuncia a su puesto en la Escuela de Artes y Oficios de Montevideo y regresa a Argentina, realiza una intensa acción educativa y de promoción del arte, dictando y organizando conferencias, cursos, ciclos y exposiciones, actividad que continúa, luego, en Buenos Aires.
Ese año se presenta al concurso del Monumento a Rivadavia, para la ciudad de Bahía Blanca, con resultado negativo. Nunca le devuelven el proyecto.
Mantiene una fluida correspondencia con su amigo y colega Alfredo Guttero, intercambio que se acrecienta entre 1925 y 1930.
A su regreso a Buenos Aires desarrolla un plan moderno de educación que establece una serie de reformas en la Escuela de Bellas Artes. Luis Guerrero, impulsor del movimiento de los estudiantes reformistas en el Colegio Nacional de La Plata, lo vincula a la Universidad para dar conferencias y realizar un trabajo sobre la función del dibujo en la escuela primaria, que publicaría la Facultad de Humanidades. Durante un breve tiempo se desempeña como director de Orientación Artística de la Dirección de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires. Participa en el nuevo Instituto de Pedagogía, tratando de estimular el lenguaje natural del niño, según los criterios de Martín Malharro. La experiencia dura hasta el golpe de estado contra Yrigoyen.
Participa, junto a otros artistas, en el Salón de Pintura Moderna creado por Guttero en la Asociación Amigos del Arte en las ediciones correspondientes a 1929, 1930 y 1933.
En 1930 obtiene el Primer Premio Medalla de Oro en Escultura en el Primer Salón de Arte de Paraná, Entre Ríos.
En Amigos del Arte, en 1931, organiza una muestra de homenaje a Martín Malharro. En el catálogo figura el retrato que hiciera del pintor en Florencia, durante 1912. También junto a Guttero, coordina los Cursos de Arte Plástico.
En su carácter de asesor de la Comisión Provincial de Bellas Artes organiza la Exposición de Bellas Artes de 1932. Ese año se incorpora como inspector técnico de la Escuela de Artes Aplicadas Fernando Fader y es nombrado asesor en los trabajos encomendados a Alfredo Bigatti para el monumento a Bartolomé Mitre.
En 1933, en un viaje a Montevideo, conoce a David Alfaro Siqueiros y gestiona ante Elena Sansinena de Elizalde, presidenta de Amigos del Arte, una exposición y una serie conferencias del artista mexicano en Buenos Aires. Este año, conjuntamente con Antonio Sibellino y Lino Enea Spilimbergo funda el Sindicato de Artistas Plásticos, presidido por Siqueiros durante el día de la inauguración. Complementariamente, lanzan un manifiesto dirigido a los artistas.
El ingeniero Andrés Justo, que estaba construyendo varias casas sindicales, le encarga dos dinteles para el edificio de la Unión Ferroviaria. En ellos desarrolla la historia de los trabajadores. Para el frente de la Unión Tranviaria proyecta y realiza a modo de metopas La cooperación y La huelga. En el comedor de los tranviarios ejecuta un friso policromado de 1,80 x 2,50 m, en el que representa La leyenda indígena del fuego. Compone un relieve para la Cooperativa de chóferes con el tema La libertad entre nosotros.
En 1935 se hace cargo del Museo Municipal de Bellas Artes y de Artes Comparadas de Buenos Aires, actualmente Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori, institución que inaugura en 1938 y conduce hasta 1943. Allí organiza ciclos de arte argentino que acompaña con exposiciones de pintura, escultura y grabado. Los inicia con “Tres expresiones de nuestra pintura”: Aquiles Badi, Lino Enea Spilimbergo y Emilio Pettoruti. También enriquece el patrimonio del museo con obras de Ramón Silva, Walter de Navazio, Martín Malharro, Rogelio Yrurtia, Alberto Lagos, Emilio Pettoruti, entre otros, ya que considera que el museo no debe quedar en desventaja frente a colecciones privadas.
Dirige la organización institucional de la Escuela de Bellas Artes de la Ciudad de Santa Fe, que se crea el 7 de julio de 1939.
En 1945 Falcini se hace cargo de la Sección Escultura de la revista Latitud, de la que se editan seis números. Esta revista estaba en relación con la galería Amauta –dirigida por Falcini–, donde se presentan los paisajes riojanos de Lino Enea Spilimbergo, los paisajes misioneros de Carlos Giambiagi, así como muestras de Antonio Berni y Domingo Viau, entre otros.
Desde 1947 se hace cargo de la fundación, organización y dirección de la sala de exposiciones de la Sociedad Hebraica Argentina que, además, instituye un concurso anual de arte. En 1948 realiza una exposición individual en dicha Sociedad.
Durante 1949  termina la escultura Retrato de Giambiagi. En paralelo a su actividad escultórica, publica ensayos y artículos en diarios y revistas argentinas y uruguayas centrados en la enseñanza, la pedagogía y la difusión de las artes. También colabora en organizaciones sociales y democráticas como la Agrupación de Artistas e Intelectuales (AIAPE), Los derechos del hombre, y la Casa de la Cultura.
En 1958 exhibe su obra creada con motivo de la guerra civil española La mujer del éxodo en la Exposición Internacional de Bélgica, donde obtiene el Gran Premio Internacional de Escultura.
El 15 de junio de 1966 dona 50 esculturas al Fondo Nacional de las Artes a fin de que ese organismo disponga su distribución en museos especializados del país.
Fallece en Buenos Aires en 1973. Obras de su autoría integran el patrimonio del Museo Nacional de Bellas Artes y los provinciales de La Plata, Santa Fe y Mendoza.