Nace en Buenos Aires el 22 de abril de 1902. De padres españoles, a los doce años realiza un primer viaje a la tierra de sus mayores, donde queda deslumbrada por el mundo del arte. De esa época datan sus primeros dibujos. De regreso en Buenos Aires, estudia en la Academia Nacional de Bellas Artes, de donde egresa como Profesora de Dibujo en 1922, época en la que pinta el óleo Barcas. Un año antes la revista El Hogar ya la menciona dentro de las futuras graduadas de la Escuela de Bellas Artes.
Se presenta por primera vez en el Salón Nacional en 1924, obteniendo el Tercer Premio. La crítica de la época le da gran difusión: Fray Mocho, Atlántida, Revista América, La Prensa, Plus Ultra, Martín Fierro, La Vanguardia destacan su temprana personalidad y la fuerza expresiva de su obra.
En 1926 participa en el Primer Salón Universitario de La Plata realizado para hacer conocer el arte argentino en distintas ciudades europeas –París, Madrid, Roma y Venecia– con el comisariado de Víctor Torrini.
Durante 1928, realiza sus primeras muestras individuales en la Galería Müller de Buenos Aires y en la Facultad de Humanidades de la Universidad de La Plata.
Vuelve a Europa en 1929 en viaje de estudios. Visita España, Marruecos e Italia y se establece en París junto a sus padres y a su hermana Josefina, en un piso alquilado en la rue Cler. En la capital francesa estudia con Othon Friesz en la Academia Escandinava. En compañía de Josefina viaja al sur de Francia, a la localidad de Sanary, para encontrarse con Horacio Butler, Aquiles Badi y Alberto Morera, a los que luego se suman Alfredo Bigatti y Leopoldo Marechal. El encuentro se repite en el verano siguiente.
En 1930 expone en el Salón de las Tullerías y participa en la 1ª Exposición del grupo latinoamericano de París, en la Galería Zak. Junto a ella exponen, entre otros, Butler, Del Prete, Pissarro, los uruguayos Carlos Alberto Castellanos, Figari y Torres García y los mexicanos Rivera, Orozco y Lazo. Regresa a Buenos Aires ese mismo año y en octubre, invitada por Alfredo Guttero, realiza una muestra individual de óleos, acuarelas y dibujos en el Salón de la Wagneriana.
Junto a Guttero, Pedro Domínguez Neira y Alfredo Bigatti funda en Buenos Aires, en 1932, una academia de enseñanza bajo el nombre “Cursos Libres de Arte Plástico”, replicando la modalidad de los talleres libres existentes en París.
En 1934 obtiene el segundo Premio en el Salón Nacional con el óleo Interludio y al año siguiente participa en la Exposición Internacional de Pittsburgh, en el Instituto Carnegie.
En 1936 contrae matrimonio con el escultor Alfredo Bigatti. Juntos viajan a Bolivia, Chile y Paraguay. Ese mismo año expone en la Galería Müller y obtiene, en 1937, la Medalla de Oro en la Exposición Internacional de París.
Por esta época inicia España (1938/39), ciclo sobre la Guerra Civil Española, que exhibe en 1939 en la Galería Müller. Poco después comienza la serie El Drama (1939-1946), dedicada a los desastres de la Segunda Guerra Mundial. A ésta le siguen Las Rocas (1947), La Farsa (1948-1952), Los Estandartes (1953-1952), El Lago (1954), El Apocalipsis (1955), Piscis (1957), Las Lunas (1957-1965), Los que vieron la Luna (1962-1965), de La Astrofauna (1963-1967), Los Astronautas (1965) Los Laberintos (1967-1969), de Los Terráqueos (1968-1969), Mutaciones Espaciales (1970), Los Grandes Mutantes (1972), del Espacio (1973), Los Mutantes (1974), Apocalipsis en Planeta Tierra (1979-1980), Seres en otras Galaxias (1980-1981), Encuentro con Astroseres en Ischigualasto (1986).
En 1942 gana el Primer Premio de Pintura en el Salón Nacional y Geo Dorival escribe una monografía sobre su obra que publica Editorial Losada. Ese año también, el Museo de Arte Moderno de Nueva York adquiere el óleo Desolación, perteneciente a la serie El Drama.
En 1946 expone en forma individual en la galería Müller y obtiene el Premio Palanza que le otorga la Academia Nacional de Bellas Artes.
Recibe el Gran Premio de Honor del Salón Nacional en 1956 y al año siguiente viaja a los Estados Unidos. Expone en la Pan-American Union de Washington y en la Bienal Interamericana de Porto Alegre, Brasil. El Museo de Arte Moderno de Nueva York adquiere Lunas. En 1958 participa en la Bienal de Venecia.
En 1960 realiza una exposición individual en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro y en 1961 es invitada de Honor de la Sección Argentina en la VI Bienal de San Pablo. El Museo Nacional de Bellas Artes le dedica una muestra durante 1962 y recibe el Gran Premio de Honor de la Bienal Americana de Arte organizada por IKA en Córdoba.
Múltiples exhibiciones personales y colectivas se suceden entre 1966 y 1988, tanto en Latinoamérica como en Europa, Japón, Canadá y los EE.UU. La individual que realiza en 1967 en Drian Galleries de Londres, incluye un catálogo con prólogo de Herbert Read.
En 1966 viaja a Francia, Inglaterra e Italia. Realiza una muestra individual en la Casa Argentina en París. Trabaja en un taller de la Cité Internacional des Arts, lo que repite en 1967 y 1969.
Hacia 1982 crea, en su casa-taller del barrio de San Telmo, la Fundación Forner-Bigatti. En ese año realiza el mural Origen de una nueva dimensión, destinado al edificio de la OEA en Washington. En 1984 participa de la Bienal de La Habana.
Fallece en Buenos Aires, el 10 de junio de 1988. El Museo de Arte Moderno le dedica una exposición-homenaje.
Ya desde sus años iniciales, la obra de Raquel Forner está próxima a los lenguajes del arte moderno. Así, la tendencia a la simplificación y la estructuración geométrica la involucran con las corrientes renovadoras del arte argentino. Fragmentación, rebatimientos, escorzos y facetamiento de volúmenes son algunos de los rasgos que particularizan su lenguaje, que se profundizan en contacto con el arte europeo durante su viaje de 1929, momento en que se integra al “grupo de París”.
Tras su regreso a Buenos Aires y hasta finales de los años ‘50, la artista hace girar su obra en torno a la Guerra Civil Española y a la Segunda Guerra Mundial. Una visión trágica y desesperanzada, fuertemente cargada de simbolismo imprime a estas obras su sello distintivo.
A partir de 1957 la mirada de Forner se orienta hacia el tema de la aventura del hombre en el espacio. Tomando como puntos de referencia la tierra y la luna, trabaja el cosmos poblándolo de navegantes antropomórficos. Sus recursos plásticos se transforman al contacto con estas nuevas poéticas. El color y la materia pictórica adquieren un rol más protagónico, mientras las formas se hacen más abiertas, en un espacio que no pierde nunca su dimensión simbólica.