Horacio Butler
Desnudo, c 1925
Expuesto en el
Salón Nacional
Héctor Basaldúa
Figura, c. 1925
Expuesta en el
Salón Nacional
Aquiles Badi
Acróbata, 1927
Expuesto en el
XVII Salón Nacional
No obstante estas visiones “de conjunto”, el crítico de arte Alberto Prebisch, en los artículos escritos para el periódico
Martín Fierro sobre los salones de 1925, 1926 y 1927, ya observa con atención matices diferenciadores. Si la tendencia a lo monumental en la expresión de las formas contundentes del
Desnudo de 1925 de Butler, es vista como una aproximación a la independencia de los valores plásticos respecto del carácter descriptivo del tema representado, la ausencia de una visión de conjunto es entendida como “indecisión constructiva” en
Figura de Basaldúa de ese mismo año. Por su parte las obras de Badi del salón del ‘27 carecen, para Prebisch, de las potencialidades plásticas detectadas en Butler.
Es decir, que además de afinidades estéticas, estilísticas o poéticas, el caso del “grupo de París” es el de un conjunto de artistas vinculados por lazos de amistad que, pertenecientes a una generación común, comparten experiencias, talleres, viajes y proyectos bajo la utopía de la modernización del arte argentino. Pero también, estudiado en el contexto de su proyección y acción colectiva en Buenos Aires, aparece como una inteligente estrategia de “posicionamiento” y “visibilidad” en el contexto local. En efecto, se puede advertir que, durante el transcurso de la década vivida en París, la postura de estos artistas frente al Salón Nacional de Buenos Aires se va endureciendo gradualmente hasta marcar netas diferencias.
En su libro La pintura y mi tiempo, Horacio Butler narra el comienzo de una amistad, iniciada en Buenos Aires antes de viajar a Europa:
“[...] aquel año de gracia de 1915, una generación dotada como pocas se iniciaba en el arte inspirada por una misteriosa vocación. Los nombres de Bigatti, Basaldúa, Badi, Spilimbergo, Domínguez Neira, Gigli, Gargiulo y Larrañaga me hicieron descubrir la auténtica amistad basada en una comunión espiritual”.
La visualización de estos artistas como agrupación queda definida en Buenos Aires cuando la crítica de arte local advierte la cohesión que los alía bajo la idea de lograr notoriedad para imponer sus ideas en el medio argentino. En este sentido, son elocuentes las palabras con que Julio Payró prologa el catálogo de la muestra Badi – Basaldúa – Butler – Pissarro en la Sala V de la Galería Van Riel, realizada en septiembre de 1955:
“La crítica argentina del tercer decenio del siglo [...] reconocía ya la coherencia de su esfuerzo y si a menudo los castigaba malamente, comentaba en bloque sus trabajos y una vez –en 1928– estuvieron reunidos en una memorable muestra de la asociación 'Amigos del Arte', cuya meritoria acción a favor de la pintura moderna conviene recordar”.