Empresario, gestor cultural, crítico y curador, esporádicamente ejerció la producción artística. A su impulso se deben innumerables exposiciones, seminarios, bienales y premios que determinan, en las últimas décadas del siglo XX, el posicionamiento internacional de un importante sector del arte de vanguardia argentino y de la arquitectura.
Nace en Buenos Aires en 1932. Desde temprana edad manifiesta su capacidad de organización: “Glusberg fue empresario desde los once años. Lo conozco desde que yo tenía tres o cuatro años. A los doce años tenía ya en la terraza de su casa un museo de geología, con muestras de todas las piedras y de todos los huesitos de animalitos de la pampa; así que siempre fue un organizador.”
Esa capacidad lo lleva a fundar la empresa Modulor dedicada a la iluminación, proveedora de importantes edificios públicos y privados: bancos, centros comerciales, torres de oficinas, tribunales. Esta actividad despierta su interés por la arquitectura, que será uno de los ejes de su trayectoria, y lo acerca a la promoción de distintas formas del arte contemporáneo.
En 1968 funda el CEAC, Centro de Estudios de Arte y Comunicación que, al año siguiente, pasa a llamarse CAyC (Centro de Arte y Comunicación). Se trata de una institución que a lo largo de 25 años, hace suya la proyección internacional de las vanguardias, en particular las argentinas. Con las muestras Arte y cibernética y Argentina Inter-medios, en ese mismo año, el Centro se instala como referente bajo la premisa de la búsqueda experimental e interdisciplinaria. Durante 1970 inaugura su sede de la calle Viamonte y realiza muestras y eventos indicativos de la política de gestión propia de Glusberg: convocatoria a artistas emergentes que, con el tiempo, serán nombres destacados del arte argentino; intercambio con artistas internacionales de relieve en exposiciones colectivas; invitación a importantes teóricos y críticos a dictar seminarios, workshops u organizar exposiciones; posicionamiento en el panorama internacional, a través de la itinerancia de las muestras. Ya De la figuración al arte de sistemas, presentada inicialmente en agosto del ‘70 en Córdoba, a comienzos del ‘71 viaja ampliada a Londres. Arte y cibernética también se exhibe en esa ciudad y en San Francisco. Entre tanto, la crítica Lucy Lippard organiza una colectiva conceptualista en el CAyC que prepara el terreno para la presencia de Joseph Kossuth en el mes de junio. En julio inaugura en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires un evento paradigmático: Arte de sistemas, colosal panorama que reúne 101 nombres destacados de diversos países –entre otros, Vito Acconci, Arakawa, John Baldessari, Christian Boltanski, Christo, Barry Flanagan, Gilbert and George, Hans Haacke, Allan Kaprow, Joseph Kosuth, Less Levine, Richard Long, Mario Merz, Dennis Oppenheim, Nam June Paik– junto a un nutrido grupo de argentinos; entre ellos, los que inmediatamente constituirían el Grupo de los Trece. Con el liderazgo de Glusberg este colectivo de artistas –más tarde llamado Grupo CAyC–, será uno de los hitos de desarrollo del arte contemporáneo local. En distintos momentos de su recorrido, y más allá de número supuesto, Jacques Bedel, Luis Benedit, Gregorio Dujovny, Carlos Ginzburg, Jorge González Mir, Víctor Grippo, Leopoldo Maler, Vicente Marotta, Luis Pazos, Alberto Pellegrino, Alfredo Portillos, Juan Carlos Romero, Julio Teich, Clorindo Testa y Horacio Zabala formarán parte de esa agrupación.
Por otra parte, Glusberg también desarrolla actividades teóricas. Bajo la denominación de “arte de sistemas”, propone el desarrollo de una variante propia del conceptualismo y sus derivas. Su actividad imparable se multiplica desde ese momento y en los años siguientes. Son invitados del CAyC, entre otros, Jerzy Grotowski, David Cooper, Abraham Moles, Gillo Dorfles, Jasia Reihardt. Las exposiciones del Centro viajan a Colombia, Ecuador, Perú, México, Brasil, Chile, los Estados Unidos, Francia, España, Italia, Inglaterra, Dinamarca, Polonia, Islandia, Japón, entre otros países.
El grupo de los Trece cosecha premios y reconocimientos internacionales. En 1975, se le otorga Medalla de oro en la muestra conmemorativa del 30° aniversario de las Naciones Unidas, Peace 75, en Slovenj Gradec, Yugoslavia. En 1977 obtiene, por su obra colectiva Signos en ecosistemas artificiales, el Gran Premio Itamaraty en la XIV Bienal de San Pablo. Para la ocasión, el envío incluye la serie fotográfica Tipologías urbanas, un trabajo conceptual del propio Glusberg.
Pero este recorrido no está exento de confrontaciones, sean éstas estéticas, políticas o personales. Ya en 1971 Glusberg afronta un debate público, promovido por un grupo de artistas latinoamericanos a raíz de la convocatoria a la Bienal de San Pablo: inicialmente es uno de los organizadores, pero la denuncia contra el régimen militar en Brasil lo lleva a descartar su participación. En 1972 organiza la muestra Arte e ideología. CAyC al aire libre, en la Plaza Roberto Arlt del microcentro de Buenos Aires. La exposición es censurada por las autoridades y el curador afronta un proceso judicial. En 1977, la obtención del premio Itamaraty genera una nueva controversia –esta vez de carácter estético, cuando no personal– que mezcla los argumentos de la crítica conservadora con los de algún artista relegado en sus aspiraciones de premiación. Glusberg es una personalidad fuerte, tajante, confrontativa; su despliegue cosecha por igual amigos y enemigos, admiradores y detractores.
En 1977 es nombrado Profesor Honorario de la Universidad Nacional Federico Villarreal de Lima, Perú. Al año siguiente asume la presidencia de la Sección Argentina de la Asociación Internacional de Críticos de Arte, actividad que continúa hasta 1986, y se repite entre 1989 y 1992. Como presidente de la AICA, organiza las Jornadas Internacionales de la Crítica. También desde 1978 es Director del Comité Internacional de Críticos de la Arquitectura (CICA).
En esos años el CAyC incursiona en el video-arte. Glusberg teoriza desde una perspectiva latinoamericana en
Rhetoric of Art and Technology in Latin America. En 1978 publica un texto clave,
Retórica del arte latinoamericano, con prólogo de Gillo Dorfles. Son las primeras aproximaciones a una postura que busca anclar las experiencias contemporáneas en las especificidades de la región. Esta preocupación lo lleva a proponer, con el Grupo CAyC, una indagación sobre los mitos y ritos americanos que redunda en las muestras
Los mitos del oro –exhibida en la sede CAyC– y
Mitos y magia de origen mestizo, participación del Grupo CAyC en la
I Bienal Latinoamericana de San Pablo, Brasil, ambas en 1978. También en ese año desarrolla otra aproximación teórica, que aparecerá luego en multitud de catálogos: la idea de que la etapa contemporánea implica el fin de una “Segunda Edad Media” y el comienzo anunciado de un “Nuevo Renacimiento”.
Entre 1981 y 1993 se desempeña como Profesor Asociado y como Co-Director del International Center for Advanced Studies in Art en el Departamento de Arte de la Universidad de Nueva York.
Entre tan profusa actividad, en 1985 organiza por primera vez la Bienal Internacional de Arquitectura en Buenos Aires, evento destinado a ganar progresiva relevancia y que al momento presente (2013), lleva ya 13 ediciones. Allí aplica una política similar a la llevada adelante en la gestión artística: invitados internacionales de relevancia y proyección internacional de la arquitectura latinoamericana. Entre los invitados figuran arquitectos de fama mundial como Norman Foster, Richard Meier, Zaha Hadid, Jean Nouvel y Richard Rogers.
También durante 1985, se publica su libro más extenso y conocido, Del pop art a la nueva imagen (Buenos Aires, Gaglianone), obra que recorre tres décadas de arte de vanguardia en la Argentina. Aparte de este libro, Glusberg publica más de veinte volúmenes de crítica de arte o arquitectura.
En 1986, siempre con su curaduría, el grupo CAyC se presenta en la bienal de Venecia; este envío conjunto lleva el título La consagración de la primavera.
A partir de entonces Glusberg recibe numerosas distinciones: el Premio Konex en el rubro Estética y Teoría del Arte (1986). Es nombrado Caballero en la Orden de las Palmas Académicas y Caballero en Orden de las Artes y las Letras por el Gobierno de Francia, en 1987. Ese miso año lo nombran Miembro de Honor del Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España y, al año siguiente, Miembro de Honor de la Federación de Colegios de Arquitectos de México.
En 1993 y 1994 se producen las últimas muestras del grupo CAyC, en Tokyo y Santiago de Chile respectivamente. En ambas, el crítico presenta una instalación dedicada a la Guerra de Malvinas.
En 1994 Glusberg gana el concurso para la dirección del Museo Nacional de Bellas Artes, cargo que desempeña por más de nueve años y se desarrolla bajo signos contrapuestos. Por un lado, la cantidad y calidad de las exposiciones, los invitados extranjeros y la afluencia de público, sobre todo en los primeros años, son señales del dinamismo característico en el crítico y curador: el museo sale de su encierro en la capital argentina y se proyecta en espacios del interior. Por otro lado, menudean los conflictos que genera un estilo de gestión personalista, calificado por muchos como autoritario y de “destrato”, resentido por ciertos sectores que critican sus decisiones curatoriales, que ponen el acento solo en algunas vertientes contemporáneas. Como siempre, Glusberg tiene amigos y detractores. Finalmente, renuncia en 2003, en medio de la crisis institucional desatada por la denuncia de un grupo de artistas en medios periodísticos y por un posterior proceso judicial contra su gestión. Sin embargo este proceso no se sostiene y finalmente no tiene consecuencias legales para el ex director.
Golpeado por estos eventos y por una grave enfermedad, se mantiene alejado del contacto público en los últimos años de su vida, aunque continúa colaborando con Modulor e impulsando la Bienal de Arquitectura desde el sello CAyC. A su muerte, ocurrida en Buenos Aires el 2 de febrero de 2012, la prensa se hace eco inmediato. Se reitera la necesidad de ponderar el influjo de su actividad, la convicción de que, más allá de los contrastes, “no merma el reconocimiento que todavía le debe y mezquina el medio artístico”.
La frase reiterada, citada en la absoluta mayoría de las notas, corresponde al arquitecto Mario Roberto Álvarez: “Si Jorge Glusberg no hubiera existido, lo tendríamos que haber inventado.”