Primogénito del ceramista y pintor Marino Pérsico y de Zoraida Santa María, oriunda de Paraná, Entre Ríos, Marino Santa María nace en Buenos Aires, el 26 de septiembre de 1949.
Tres años mayor que su hermano Alejandro, la infancia de ambos transcurre en la casa de Lanín 33 del barrio de Barracas. Su padre tenía atelier en el salón delantero mientras que el horno de cerámica funcionaba en un galpón en el fondo. Familia extensa, allí también vivían sus tíos Juan Pérsico y Victoria Abad. El patio era escenario de juegos y aficiones de los chicos: Marino llegó a criar hasta veintiocho conejos y en ese lugar Alejandro mantenía una enorme pecera.
Hoy, pasados los años, el taller de Santa María funciona en aquel edificio y su impulso artístico se irradió sobre el barrio convirtiéndolo en una de sus principales obras.
Sensible a las pasiones populares, desde chico se hizo socio del vecino Club Boca Juniors y en completa soledad concurría al estadio para seguir sus actuaciones. Se hizo “hincha” notable y una fotografía suya, publicada en la revista Así es Boca, da testimonio de este entusiasmo.
Eran tiempos de inestabilidad política y asonadas militares. Los habitantes del barrio recuerdan los desplazamientos de tropas. Muchas veces se trasladaban por el sobreelevado terraplén del ferrocarril, lindero a la casa de los Pérsico que para tales ocasiones habían armado un refugio en el sótano.
Cursa la primaria en la Escuela Santa Elisa y, por disposición paterna, ante probables vicisitudes económicas, hace el secundario en el Colegio Comercial Joaquín V. González.
Tras un período de dudas en que asiste –a modo de prueba– a una clase en la Facultad de Ciencias Económicas, evalúa la posibilidad de estudiar Arquitectura. No satisfecho, decide tomarse un “año sabático” en el que concurre a MEEBA (Mutualidad de Estudiantes y Egresados de Bellas Artes). Allí, bajo la dirección de José Pico, prepara el ingreso a la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano. Para la empresa no cuenta con la aprobación paterna, pero ya en la escuela, es su madre quien lo ayuda a financiar los estudios. Para sus prácticas caseras armaba naturalezas muertas, pero si no finalizaba el trabajo en un par de días, eran desmanteladas por su padre que solicitaba para el oficio artístico una férrea disciplina. De esta etapa recuerda, entre otros maestros, a Aída Carballo y Américo Balán en grabado, a Naum Goijman en pintura y a Leo Vinci en escultura.
Luego de la Belgrano, de donde egresa con el título de Maestro de Dibujo, comienza a enseñar en la escuela William Morris del barrio de La Boca. Al poco tiempo alcanza la titularidad en la cátedra, cargo que ejercerá durante doce años.
Concurre a la Escuela Superior de Bellas Artes “Prilidiano Pueyrredón” donde obtiene, en 1976, el título de Profesor de Pintura. De allí rescata la labor docente de Carlos Cañás a quien, años después, homenajearía incluyéndolo en su obra Museo (2008).
Siendo alumno todavía, participa en diversas exposiciones junto a varios de sus compañeros. Con Carlos Carmona, condiscípulo y amigo, alquila diferentes talleres donde trabajar. Por esta época, habiendo instalado atelier en La Boca, integra el Grupo de la Ribera, un nutrido conjunto de pintores que acostumbraba instalar sus caballetes a orillas del Riachuelo. Entre ellos se encontraban Hugo Irureta, Teresio Fara y Claudio Gorrochategui.
Finalizada la carrera, se inscribe en el curso de ingreso para Historia de las Artes en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde coincide con Alejandro Fogel y Guillermo Kuitca, pero no prosigue con estos estudios.
En 1978 obtiene el Premio Pío Collivadino en el Salón Nacional, distinción reservada para artistas menores de 30 años. Una significativa anécdota tuvo lugar mientras Santa María preparaba su envío. Se encontraba trabajando en la obra que resultó merecedora del premio, cuando el pintor Hugo Irureta le aconsejó abandonarla y reemplazarla por el desarrollo de un estudio ejecutado en los cursos de Cañás. Para ello le proporcionó una tela usada, recomendándole que la blanqueara. Sin embargo Santa María persistió en su empeño. Para el artista estos acontecimientos tuvieron particular importancia ya que, además de la recompensa, fue la primera vez que firmó con el apellido materno, para distinguirse de su padre cuyo nombre era conocido en la profesión.
Junto a otros artistas coetáneos –algunos también ganadores del Premio Collivadino– se conforma un núcleo generacional capaz de representar al arte emergente de los años ’80. Su nombre junto a los de Alejandro Fogel, Carlos Bissolino, Marcia Schvartz, Ana Eckell, Jorge Acha, Ernesto Bertani, Adrián Burman, Juan Doffo, Teresa Pereda, entre otros, aparecerá en numerosas exposiciones.
Por entonces trata el tema del “encierro y la libertad” que traduce por medio de figuras reclusas en departamentos, ilustrando una práctica habitual en la época de la dictadura, que había conculcado el derecho de reunión. También trabaja con los desaparecidos, que representa a través de sombras que se parten. En El último misterio dos figuras macizas –“dos sobretodos”– aprisionan a una tercera. Con esta obra obtiene una mención en el Salón Municipal Manuel Belgrano de 1981.
En 1982 realiza su primera muestra personal en la Galería Arthea de Buenos Aires. A lo largo de esta década exhibirá individualmente en el Museo Casa Yrurtia (1985), en la Galería Ática (1986 y 1989) y en el Museo Municipal de General Roca, Provincia de Río Negro (1988). En 1984 es seleccionado para participar en la primera Bienal de La Habana, Cuba, a la que envía una obra de grandes proporciones (300 cm. de ancho) sobre el tema de los desaparecidos.
La galería Hoy en el Arte le confiere el Premio Optar en 1987. Optar era una empresa operadora de Aerolíneas Argentinas y la distinción consistía en un pasaje aéreo con destino a elección del ganador. Santa María se decide por España. En Madrid conoce a Luis Gordillo con el que intercambia ideas que determinan su abandono de la figuración y su acercamiento a una abstracción geometrizante a la que incorpora primero metales y luego maderas. También visita el Círculo de Bellas donde se estaba organizando una muestra con documentación de intervenciones urbanas que se desarrollaban en los alrededores. Fue su primer contacto con este tipo de arte.
Ya en esta dirección, en Mar del Plata, fue inspiradora la visión de una propaganda de la empresa Renault que consistía en la aparición intermitente de una imagen en una pared medianera ubicada en la intersección de Entre Ríos y Av. Luro, en pleno centro de la ciudad. Sobre el tema concibe dos proyectos que presenta ante el Fondo Nacional de las Artes y la Secretaría de Cultura de la Nación. Uno consistía en proyecciones de obras sobre paredes públicas y el otro planteaba instalar serigrafías con temas de la ciudad en los interiores de los colectivos. Ambas propuestas quedan truncas cuando en 1992 asume como Rector de la Escuela Superior de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, casa de estudios en la que era profesor de dibujo y pintura desde 1984.
Durante la gestión crea diversos programas de extensión cultural por los cuales alrededor de 160 artistas y teóricos, entre ellos Oswaldo Guayasamín, Juan Acha, Edward Lucie Smith y Liliana Porter, dan charlas para los alumnos. También organiza las Jornadas del Libro de Arte, una suerte de Feria del Libro, dedicada específicamente a esta especialidad. Instituye la carrera de Dibujo, inédita hasta ese momento a nivel de profesorado. Por otro lado, va a formar parte del grupo de rectores que interviene en la conformación del Instituto Universitario Nacional del Arte (I.U.N.A.). Promueve un programa de becas para los alumnos, dirimidas por concurso, para asistir a la Feria Internacional de Arte ARCO, realizada anualmente en Madrid. Paralelamente gestiona muestras de la producción de los docentes en el exterior. Ejerce este cargo hasta el 19 de octubre de 1998, fecha en la que presenta su renuncia.
Durante todo ese período continúa –paralelamente– su práctica artística y presenta varias exposiciones individuales. Entre ellas cabe citar la del Colegio Mayor Argentino de Madrid y la del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, ambas en 1991. También realiza Inmanencias en las Salas Nacionales de Exposición, Palais de Glace (1994 y 1996), Fragmentos de la esencia en la Galería Praxis Internacional (1994), Huellas mínimas en el Centro Cultural Borges y Opacidades y reflejos en el Museo Juan Martín de Pueyrredón, San Isidro, prov. de Buenos Aires (1997). Además, invitado por la Universidad de Kingstone, exhibe en 1997 Imánense en la Staley Picker Gallery for the Arts de Londres y, en colaboración con Gustavo Kortsarz, elabora, durante el mismo año, la acción Fax’Art. Parabole de la memoire collective, como parte de Les 10 jours d’Art contemporain, jornadas organizadas por el Ministère de la Culture de Saint Denis, Francia.
Desde el momento en que cesa como rector, Santa María elabora el Proyecto Calle Lanín, por el cual se refaccionarían y prepararían las fachadas de dicha calle para finalmente intervenirlas mediante pinturas. En las distintas etapas, este emprendimiento ha recibido los auspicios del Ministerio de Cultura y Educación y de la Secretaría de Cultura de la Nación, de la UNESCO, del Museo Nacional de Bellas Artes, del Centro de Gestión y Participación Zona III de la Ciudad de Buenos Aires y de la Legislatura de dicha ciudad, que lo declaró de Interés Cultural. Aportaron fondos para su consecución la Jefatura de Gabinete de la Presidencia de la Nación, la Organización de los Estados Iberoamericanos (OEI), la Fundación Banco Ciudad durante la presidencia de Aníbal Jozami y actualmente el Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, que en su oportunidad también mejoró el empedrado, las veredas y el alumbrado. En un primer momento la mano de obra fue proporcionada por 20 ayudantes que eran alumnos del taller particular del artista.
El proyecto de la calle Lanín tiene dos aspectos: uno permanente, que encarna en la transformación plástica de los frentes y otro temporario, implementado mediante instalaciones que el artista realiza en el muro del ferrocarril que linda con la Av. Brandsen y que funciona como una galería a cielo abierto. Allí se han visto hasta ahora Huellas del aire en 2001 y Museo en 2008.
Tras la inauguración de Lanín en 2001 –año en el que también concibe e inicia la serie de instalaciones colectivas Estandartes de Artistas–, Santa María planea su segunda intervención del espacio público consistente en el emplazamiento de partituras originales de diferentes tangos referidos a cada barrio en paredes y fachadas. Este proyecto se materializa en el Pasaje Zelaya como Tango Abasto (2002), en el que las partituras contextualizan grandes efigies pintadas en versión pop del conocido cantor Carlos Gardel –ícono de Buenos Aires y de la argentinidad– imágenes que luego el artista se encargará de derramar por otros barrios y localidades del gran Buenos Aires.
Su trayectoria en el arte público quizás encuentre antecedentes en 1985, en la elaboración de murales, hoy desaparecidos, en la estación Bolívar del subterráneo de Buenos Aires. También en alguna otra obra de este tipo realizada para el banco Credicoop o en los trabajos hechos en los años 90, en las vidrieras de las tiendas Harrods, compartidos con los pintores Juan Lecuona y Osvaldo Monzo. Sin embargo, según un testimonio reciente, el artista considera que su primera intervención sería una recreación de dibujos mapuches pintados en una escuela primaria del barrio Pujol de Puerto Madryn, provincia de Chubut.
Desde entonces son numerosos sus emprendimientos en varios lugares de la ciudad de Buenos Aires, en localidades como San Fernando, Los Toldos, Zárate y en las provincias de Córdoba, Santiago del Estero y La Rioja. Se han materializado a través de murales pintados y, últimamente, por razones de conservación y durabilidad, por medio de la técnica del mosaico veneciano combinado con el trencadís, un antiguo procedimiento que emplea el azulejo partido. Precisamente Calle Lanín y Tango Abasto están en pleno proceso de conversión, mientras otros como el del Pasaje Discépolo (Uno, Once y nosotros, 2006), el de la Fábrica La Barraca (Recuerdos del Sur, 2007) y el de Teatro Martinelli de Victoria, Provincia de Buenos Aires (2008), fueron concebidos en estas técnicas, al menos para aquellos sectores en donde se desarrollan los motivos alegóricos o los diseños especiales.
En muchas de estas ocasiones Santa María ha privilegiado la relación con la infancia. Algunas de sus intervenciones han involucrado escuelas u otras organizaciones que la implican. Para él es importante el trabajo de ida y vuelta con los chicos, por medio del cual incentiva sus expresiones plásticas, tanto en el taller de mural –Pequeños muralistas– como difundiendo sus enseñanzas entre los alumnos de las escuelas para que participen en los trabajos que se practican en los edificios a los que concurren. Como ejemplos basta mencionar Los sueños de Galileo en el Instituto Galileo Galilei de Río Cuarto Córdoba (2004), las pinturas murales en la Escuela Nº 3 Mariano Moreno de Los Toldos (Prov. de Buenos Aires, 2005) y últimamente el taller e intervención con mosaico veneciano del edificio “El Cubo”, durante el Festival de Teatro Infantil realizado en el Parque Miguel Lillo de Necochea (2008).
Su interés en multiplicar las intervenciones estéticas en el espacio comunitario –una atractiva modalidad en pos de la democratización cultural– lo lleva a crear el Taller Integral de Arte Público de Ituizaingó (TIAPI) que coordina desde 2005, núcleo a partir del cual extiende su labor docente a esta zona del Gran Buenos Aires.
A partir de 2001 son numerosas las ocasiones en que realiza exposiciones por medio de las cuales difunde su trabajo de arte público, a través de documentación fotográfica combinada con sus obras de taller, poniendo en evidencia la íntima relación que guardan entre ellas. Así en 2003, invitado por la Escuela de Arquitectura de Bordeaux, Francia, muestra el Proyecto de la calle Lanín y en 2006 lleva Estandartes de artistas al Museo de Arte Argentino en Tundorf, Alemania y al European Museum of Modern Art de Luxemburgo. También en este sentido, recientemente, en abril de 2009, ha presentado en el Centro Cultural Recoleta Urbano-reversible, exhibición integrada por una serie de pinturas abstractas y sus equivalentes realizados con mosaico veneciano.
Epicentro de múltiples actividades artísticas que han transformado a esta zona del barrio de Barracas en un verdadero centro cultural, el taller de la calle Lanín –al que concurren numerosos alumnos y cientos de niños que se inician en el arte– es el lugar desde el cual Santa María continuará gestando proyectos para seguir, según sus propias palabras, “cambiándole la cara” al espacio público del país.