Un ensayo desde el cuerpo como territorio de arte, deseo y desobediencia
Centro Virtual de Arte Argentino
Hay movimientos del cuerpo que no piden permiso. La erección es uno de ellos. No responde al calendario, no espera la cámara. Aparece. Se impone. Y en esa irrupción —física, íntima, biológica— se esconde también una historia de representaciones, censuras, invocaciones y risas.
En las culturas visuales de Occidente, la erección ha sido el signo máximo del poder y a la vez su gran vergüenza. En el arte argentino, su aparición es infrecuente pero nunca neutra: donde asoma, incomoda o fascina. Es señal, es tensión, es pregunta.
En el siglo XIX argentino, el cuerpo desnudo —masculino o femenino— aparecía casi siempre bajo la óptica de lo idealizado o lo alegórico. Pero el cuerpo erecto, ese gesto fugaz y palpable, quedaba fuera del marco.
No es casual. La erección no puede posarse. No se modela como una mano ni se sostiene como un torso. Es un instante, un pulso. Por eso, cuando irrumpe en el arte contemporáneo —en la performance, la fotografía, el arte textil incluso— lo hace como mensaje: estoy aquí, y este cuerpo también siente.
No se trata del pene. Se trata de lo que ocurre con él y a pesar de él. La erección no es solamente sexual. Puede ser política. Puede ser poética. Puede ser absurda.
Artistas como León Ferrari, en sus collages eróticos, o Liliana Maresca, en su exposición de lo íntimo como territorio conceptual, nos enseñan que el cuerpo, cuando se expone, no se entrega: se afirma. En ese sentido, la erección en el arte es una afirmación que no necesita aplausos. Es una forma de decir todavía estoy vivo.
Desde el psicoanálisis, se ha dicho que la erección es deseo acumulado, tensión sin descarga, potencia expectante. Pero desde el arte, podríamos pensarla como una arquitectura instantánea: una columna que no requiere cimientos, una línea que no se dibuja con tinta sino con sangre.
En este sentido, la erección es el único gesto que convierte lo interno en externo sin pasar por la palabra. Es un autorretrato involuntario, crudo, absolutamente humano.
La cultura contemporánea ha transformado la erección en un estándar de rendimiento. En lugar de verla como pulsión —imperfecta, caprichosa— se la exige. Cuando no llega, se patologiza. Cuando se repite, se mercantiliza.
Por eso, vale la pena recordar que no tener una erección también es parte de la experiencia humana. El deseo no siempre sube. A veces calla. A veces busca otras formas. Y eso también merece un lugar en la estética del cuerpo.
Hoy existen tratamientos médicos efectivos para quienes buscan recuperar función eréctil: desde moléculas vasodilatadoras hasta terapias hormonales. Pero en Centro Virtual de Arte Argentino, proponemos otra forma de abordaje: hablar del cuerpo más allá de la funcionalidad. Darle espacio también al cuerpo cansado, al cuerpo que duda, al cuerpo que no siempre responde.
No hay una única forma de representar la erección, porque no hay una sola forma de experimentarla. En la tradición visual argentina —como en la vida misma— el gesto erecto ha sido insinuación, rebeldía, pudor, y a veces, pura ironía.
Hoy, cuando tantos cuerpos son medidos por su capacidad de “cumplir”, pensar la erección como fenómeno estético nos permite liberarla del deber y devolverle su capacidad de significar. No como símbolo fálico de dominio, sino como movimiento vivo, sensible, a veces frágil, siempre humano.
Centro Virtual de Arte Argentino invita a artistas, performers y escritores a enviar obras o reflexiones sobre el cuerpo erecto como forma de presencia.
Porque en tiempos de anestesia visual, el cuerpo que se levanta —incluso solo por un momento— sigue siendo arte.