Luego de las aguafuertes de comienzos de los '50, con temas del noroeste argentino, Berni impulsó una renovación en el grabado del mismo tenor que la producida en los grandes ensamblados de la serie de Juanito Laguna. Fue éste el primer tema que desarrolló en xilografías de gran formato –desusado para la técnica– en las que adhirió al taco, residuos metalúrgicos de la misma naturaleza que los empleados en sus collages, alcanzando una riqueza de texturas que lograría una adecuada ambientación para el personaje. En 1962, con estas obras, ganó el Premio de la Bienal de Venecia y logró concitar la atención internacional. Luego, con los “xilo-collages”, emprendió la serie de Ramona, poniendo énfasis en el barroquismo de una ornamentación que se proyectaría en el espacio hasta el medio bulto. Así creó híbridos entre el grabado y la escultura, del mismo modo que lo venía haciendo entre la pintura y el relieve.