La escultora es ahora una ingeniera mecánica que inventa máquinas ortopédicas para potrillos y terneros muertos; colocados en ellas, se mueven creando la ilusión de vida. Dentro de una estructura rectangular hay una prótesis metálica con forma de mandíbula que imita el masticar del rumiante, hay dispositivos para girar la cabeza a un lado y otro, y pedales que se mueven al ritmo del galope de un potrillo o el caminar de un ternero. El hierro cromado y el dibujo técnico que acompaña a cada pieza le da un aire de perfección mecánica algo “retro”. Las máquinas están preparadas para recibir el cuerpo de un animal que nunca aparece, presente por ausencia. Una vez más el binomio vida-muerte se encuentra en la obra de Nicola.