Las dos versiones de Interferencia urbana (Ginebra, 1994; Buenos Aires, 2002) vinculan vivencias. Los carteles señalizadores de calles, cuyo propósito es la orientación, actúan como nexo: tienen en casi todas partes un formato similar. La ausencia de nombres contradice su función y a la vez los presenta como ambiguo signo de globalización. Por otro lado, un video propone un vertiginoso recorrido ferroviario, conducido por el lanzamiento conjetural de una pelota de una estación a otra.