En los años '70 Berni transformó su estilo. Su realismo adoptó un rico colorido, a veces estridente, dotado del atractivo de los carteles publicitarios. Los escenarios y los objetos fueron realizados con precisión en sus detalles descriptivos, con una objetividad proveniente quizás de la fotografía. Deudores del expresionismo, tanto el tono caricaturesco como el dramático que fueron reservados para la figura humana, reflejan una penetrante observación, donde afloran la ironía y la compasión por los destinos humanos. Similares recursos empleó para la ácida crítica a una sociedad superficial, indiferente o sometida a la vorágine del consumo sin límites, que disuelve a los individuos en una masa indiferenciada. En ocasiones, significativos grises representan a hombres y mujeres engullidos por un entorno de ofertas materiales multicolores.