En Bacanal de 1989, primera exposición individual de Nicola Costantino, entonces Silvana, ya asoman temas que serían recurrentes a lo largo de su carrera: la ingesta de comida y cierta inclinación por tópicos que la sociedad prefiere marginar, como la vejez. La obra estaba compuesta por 90 muñecos, de unos 80 centímetros de altura, que representaban viejitos y que luego fueron reutilizados en otras instalaciones. El concepto de muchedumbre se transformaría más tarde en un apelotonamiento de nonatos. El empleo de técnicas novedosas (fueron realizados en resina poliéster, aptos para la inyección de espuma flexible de poliuretano) será una constante en la carrera de la artista.