Desde hace una década, la obra de Nicola Costantino gira de manera insistente alrededor de la muerte; también está vinculada con los mundos del deseo, de la moda y el placer. Además, remite al asco, a lo abyecto. Las vestimentas de piel humana, los cadáveres de animales comprimidos en esferas, y los nonatos de terneras y potrillos que parecen cobrar vida, ubican estos trabajos en el registro de un arte “despiadado” (para utilizar la expresión de Paul Virilio). Como diría el autor de El procedimiento silencio (no es casual que la edición en español tenga la tapa ilustrada con una obra de Costantino), son trabajos que parecen creados, más que por un artista, por un profanador y torturador. Alusiones traumáticas similares poseen las instalaciones dedicadas a los placeres alimenticios, donde abundan la carne y las menudencias animales.
[...] Cochon sur Canapé fue la primera muestra personal de Costantino en Buenos Aires. En el Casal de Catalunya, en octubre de 1993, presentó la instalación compuesta por un conjunto de animales comestibles, exhibidos de manera ornamental [...] Los asistentes debían participar en la comilona sin cubiertos, sirviéndose solo de las manos. La obra no deja de recordar la frase del accionista vienés Otto Mühl: “Porque vivo en un mundo técnicamente civilizado a veces siento la necesidad de revolcarme como un cerdo” (Das Intrem).