[...] Como Costantino ha hecho ya una obra significativa con trabajos a partir de animales, sus cuerpos, sus “cueros”, sus detritos y su muerte, se podría abrir un paréntesis para pensar si aquí hay una continuación de cuerpos y pieles, o si, por el contrario, en estas obras la artista señala en otra dirección, en la que está en juego nuestra percepción –la distancia que va desde que decimos “¡Ha!” hasta cuando decimos “¿qué es eso?”–, y nuestra propia relación con el cuerpo, el nuestro y el de los otros. Sus objetos no tendrían que ser considerados obligatoriamente libidinales, pues ya Foucault llamaba la atención sobre la “desexualización del placer”: “la idea de que el placer del cuerpo tiene siempre que venir del placer sexual, y la idea de que el placer sexual es la raíz de ‘todos’ nuestros placeres posibles”.

Pero sus obras de “peletería” sí pueden transformarse en objetos de placer: Costantino misma invitaba a los visitantes de su tienda‑exposición a ponerse los vestidos sobre el cuerpo.
Es aquí donde el tacto entra en juego, y la imaginación del usuario, para que estos objetos puedan transformarse en fetiches, dignos del imaginario de Buñuel, y objetos para ceremonia. No quiero sugerir con esto que aquí haya surrealismo. No hay nada más extraño al objeto surreal, heterosexual en esencia, que una mezcla que subvierta los géneros burgueses establecidos. Pero Buñuel ha escenificado, en la calma interior del contexto