Es eso lo que ven en la obra de Costantino? ¿Los jabones como símbolo del holocausto? Costantino se ofrece a sí misma no como observadora, sino como paradigma de la mujer, quiere gozar y que se sepa que lo hace, aunque su goce pase por la aceptación de su imagen, y aunque deba pagar las culpas de su puesta en escena ofreciéndose cristianamente a lavar nuestros cuerpos, ya no con sus anos sino con su esencia, obtenida con sufrimiento, conveniente y agradablemente (de agradar) perfumada. Y como si esto fuera poco, al final, nos pide con su segundo jabón que no la olvidemos. (A un módico precio porque de algo hay que vivir). Más mujer imposible. Tanto estás y están pagando? Me parece que la percepción de sus críticos está contaminada. Escucharon jabón y dijeron holocausto. El germen del fascismo prendió fuerte en sus cabezas totalitarias formadas en onanistas cafés, y lo tratan de exorcizar con su discurso progre y comprometido. Detrás de ese “deber ser”, de estas críticas culposas y tangencialmente éticas, (a ver si creen que soy facho) se esconde el profundo deseo de ver que la propia artista, que desnuda simbólica y literalmente la posición femenina lipo mediante (que horror entre tanta pobreza!), limite su hacer como castrada mujer a Utilísimas artesanías. Al menos si hubiese nacido en Londres y no en Rosario. Hacé caso Nicola, dejá todo eso, hacé alguna obra comprometida socialmente que está de moda, y llorá en el cine con Luna de Avellaneda.