Hacia finales de los ’50, Florida era una calle identificada por innumerables señas particulares, una de esas extrañas mixturas urbanas que milagrosamente desembocan en armonía y personalidad. Se la recorría por el estilo glamoroso de sus comercios pero también por las galerías de arte. Convocaba el interés de los buscadores de libros que desde siempre habitaron Buenos Aires y las conferencias de un Borges, de tantos otros Borges, casi desconocidos en Ver y Estimar. […] Y en el 936 de Florida, casi llegando a la plaza, una agencia de venta de las reconocidas motonetas Siambreta y del popular auto Di Tella 1500 erguía sus grandes vidrieras al sur, desentonando, formidablemente, con la “jerarquía” del lugar.
Acaso por la propia fuerza que imponen los entornos, acaso porque el contexto es siempre histórico, un día aquel local comercial se puso en obra y remodeló sus instalaciones para dar cabida a una institución inesperada, desconocida. El edificio resultó moderno y en un principio el