tono, con ese perfil, el dibujo de todo un título o simplemente una palabra que pronto actuaría su condición de señal urbana.
De Distéfano, de Andralis, de las circunstancias de aquel Departamento se aprendía otro diseño, el de saber escuchar y encontrar aún en palabras aparentemente inexpertas una parte de la verdad de la comunicación. Mi visión de lo que es y debía ser el diseño se la debo al Di Tella y entiendo que el Diseño le debe al Di Tella la oportunidad de una refundación natural, con una misión propia sanamente despojada de seudo-orígenes publicitarios. El Di Tella había sacado el diseño a la calle, introduciéndolo en la realidad cotidiana. A partir de sus propuestas el oficio comenzó a ser difundido, reconocido y valorado. Pero hay otra práctica del Di Tella que me sedujo desde entonces y fue la del trabajo en equipo; en las críticas a los trabajos convergían detalles que iban de lo filosófico a lo formal y mil matices volvían a enriquecer lo que se creía cerrado, completo. En ese