Desde sus primeras obras y a lo largo de toda su producción, Harte incluye deliberadamente en distintos formatos, su autorretrato. En general, como centro de la escena. A veces, simplemente su rostro asoma en algún punto de la obra; otras, es la cara de una mosca, de una libélula e, inclusive, parte delantera de un auto deportivo de colección. La insistencia en su figura no parece ser reiterativa dada la variedad de los medios que utiliza y la reinvención constante de las formas.