El informalismo argentino incorporó a las prácticas artísticas locales, procedimientos reñidos con el “buen gusto”. Basado en las poéticas existenciales, a través de la espontaneidad gestual y el empleo de materiales de desecho, violentó los límites de los géneros artísticos tradicionales y abrió el camino al objeto, las instalaciones y al arte de acción.