Kenneth Kemble
junto a una de las obras
Izquierda a derecha:
Kemble, López Anaya,
Torras, Wells y Roiger
Izquierda a derecha:
López Anaya, Torras, Roiger y Wells. Sentado: Kemble
El informalismo, en la Argentina, fue menos un punto de llegada que una puerta abierta hacia las “tierras prohibidas” ante las cuales se había detenido el arte hacia mediados de los años cincuenta. Kenneth Kemble lo señaló en un polémico artículo: “El aporte del grupo informalista y de los que lo sucedieron fue limitado y espurio es cierto, pero trascendente al fin de cuentas. No crearon la escuela aparente más que entre los mediocres, que copiaron sus manierismos, importados o no. Pero incitaron a la rebelión y plantearon miríadas de soluciones de apertura, dentro de las cuales todo era posible. A partir de entonces, no hubo más inhibiciones castradoras, no hubo más limitaciones del ‘buen gusto’, del refinamiento exquisito de nuestras ‘elites’, que pudieran coartar la capacidad creativa. Se planteó, bien claramente, la posibilidad del rescate de nuestra propia personalidad a través de la investigación libre de todo canon preestablecido, de todo código, caduco por impuesto”.
La experiencia de Arte destructivo estaba ligada a cierta sensación colectiva. No eran tiempos de calma. En un diario de Buenos Aires, en esos días, se afirmaba: “Acaso en momento alguno de la llamada guerra fría, como en el presente, se ha vislumbrado con relieves más sombríos el peligro de una guerra nuclear, a raíz de la crisis originada por el problema de Berlín. Aun dando por sentado que los anhelos de paz, tantas veces declamados por el primer ministro soviético, sean expresión de una sincera y resuelta voluntad para impedir la guerra, los acontecimientos premonitorios de la hora actual tienden a crear un estado de hiperestesia colectiva, por no decir universal, cuya extrema gravedad no es fácil de ocultar sin desmedro de la dramática realidad”.
El 20 de noviembre de 1961, un grupo integrado por , , , , , , y , presentaron en la Galería Lirolay la insólita e inesperada exposición Arte Destructivo. La tarjeta de invitación mostraba la fotografía de un viejo mateo (coche de caballos) semidestruido en un accidente, seguramente un choque en la vía pública (foto Jorge Roiger).