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Informalismo
en Argentina
por
Jorge López Anaya
Agosto de 2003
Referencia bibliográfica para este dossier
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El informalismo argentino incorporó a las prácticas artísticas locales, procedimientos reñidos con el “buen gusto”. Basado en las poéticas existenciales, a través de la espontaneidad gestual y el empleo de materiales de desecho, violentó los límites de los géneros artísticos tradicionales y abrió el camino al objeto, las instalaciones y al arte de acción.
 
Definición | Historia | Artistas | Arte destructivo
Arte destructivo
Kemble
Kenneth Kemble
junto a una de las obras
Kemble, López Anaya, Torras, Wells, Roiger
Izquierda a derecha:
Kemble, López Anaya,
Torras, Wells y Roiger
Kemble, López Anaya, Torras, Roiger, Wells
Izquierda a derecha:
López Anaya, Torras, Roiger y Wells. Sentado: Kemble
El informalismo, en la Argentina, fue menos un punto de llegada que una puerta abierta hacia las “tierras prohibidas” ante las cuales se había detenido el arte hacia mediados de los años cincuenta. Kenneth Kemble lo señaló en un polémico artículo: “El aporte del grupo informalista y de los que lo sucedieron fue limitado y espurio es cierto, pero trascendente al fin de cuentas. No crearon la escuela aparente más que entre los mediocres, que copiaron sus manierismos, importados o no. Pero incitaron a la rebelión y plantearon miríadas de soluciones de apertura, dentro de las cuales todo era posible. A partir de entonces, no hubo más inhibiciones castradoras, no hubo más limitaciones del ‘buen gusto’, del refinamiento exquisito de nuestras ‘elites’, que pudieran coartar la capacidad creativa. Se planteó, bien claramente, la posibilidad del rescate de nuestra propia personalidad a través de la investigación libre de todo canon preestablecido, de todo código, caduco por impuesto”.
La experiencia de Arte destructivo estaba ligada a cierta sensación colectiva. No eran tiempos de calma. En un diario de Buenos Aires, en esos días, se afirmaba: “Acaso en momento alguno de la llamada guerra fría, como en el presente, se ha vislumbrado con relieves más sombríos el peligro de una guerra nuclear, a raíz de la crisis originada por el problema de Berlín. Aun dando por sentado que los anhelos de paz, tantas veces declamados por el primer ministro soviético, sean expresión de una sincera y resuelta voluntad para impedir la guerra, los acontecimientos premonitorios de la hora actual tienden a crear un estado de hiperestesia colectiva, por no decir universal, cuya extrema gravedad no es fácil de ocultar sin desmedro de la dramática realidad”.
El 20 de noviembre de 1961, un grupo integrado por Kenneth Kemble, Enrique Barilari, Olga López, Jorge López Anaya, Jorge Roiger, Antonio Seguí, Silvia Torras y Luis Wells, presentaron en la Galería Lirolay la insólita e inesperada exposición Arte Destructivo. La tarjeta de invitación mostraba la fotografía de un viejo mateo (coche de caballos) semidestruido en un accidente, seguramente un choque en la vía pública (foto Jorge Roiger).
 
Vista de la sala
Vista de la sala
 
Es evidente
Es evidente
 
Tarjeta de invitación
Tarjeta de invitación
 
Tres ataúdes usados, uno baleado
Tres ataúdes usados, uno baleado
Una de las obras
Una de las obras
La inauguración se realizó en medio del esperado escándalo. La sala de exposiciones había cambiado su aspecto habitual; al final del pasillo que la unía con la librería, un tosco cortinado de arpillera obstruía la entrada y se escuchaban, provenientes del interior, extrañas voces que recitaban textos sin sentido y sonidos supuestamente musicales, irritantes, exasperantes. En la sala, apenas iluminada, un heterogéneo conjunto de objetos encontrados, semidestruidos, se habían transformado en irónicas “obras”, menos de arte que de antiarte. Ninguna de las piezas exhibidas poseía identificación alguna del autor, todo estaba cuidadosamente oculto en la acción colectiva.
El conjunto ofrecía una significación opuesta a toda ilusión placentera o agradable, su hilo conductor era el del desastre. Parecía una muestra de residuos y de basura, de accidentes y de muertes; de ruidos, de parlamentos casi incompresibles y de “música” producida con toda clase de objetos a modo de instrumentos musicales. Se exhibía un sillón tapizado, abierto por un profundo tajo, del que emergía la lana del relleno, remitiendo a un enorme sexo femenino. En el fondo de la sala se veían tres ataúdes desgastados por el tiempo; del techo colgaban muchos paraguas negros destrozados; había pinturas informalistas despedazadas; cabezas humanas de cera con cabellera natural, brutalmente desfiguradas por el fuego; muñecas descalabradas colgadas cuidadosamente sobre un fondo negro; una bañera golpeada y manchada con pintura; restos de barcos; piezas mecánicas y cajones con botellas rotas; retratos fotográficos de los expositores, brutalmente deformados por Roiger. La nómina de objetos exhibidos abarcaba otros artefactos igualmente destruidos por accidentes o por la acción de los artistas (quizá por ambas causas).
Un viejo cajón de frutas, colgado en uno de los muros, mostraba en su interior una antorcha empapada en petróleo (usada por los pescadores nocturnos), que simulaba una cabeza de perfil. Estaba parcialmente cubierta por una tela blanca, como una mortaja. A su lado, en el epígrafe, escrito en “lengua destructivista”, se leía: Retrato de Lamuel Lumija Máinez. Era clara la referencia humorística a Manuel Mujica Láinez, crítico de arte del diario La Nación.
 
Aspecto de las obras
Aspecto de las obras
 
Aspecto de las obras
Aspecto de las obras
 
Aspecto de las obras
Aspecto de las obras
 
En la muestra de Arte Destructivo se había prestado especial atención al conjunto de experiencias sonoras, creadas por los expositores. Entre ellas, fragmentos grabados de la Poética de Aristóteles mezclados con frases de El deseo atrapado por la cola (una pieza teatral de Picasso); recitados del Discurso del Método de Descartes; un discurso de Romero Brest, tomado de la proyección invertida de un filme documental sobre Pedro Figari. Abundaban las experiencias musicales, en las que trabajaron Kemble, Wells, López Anaya, Roiger, Silvia Torras, Juan Duprat, Graciela Martínez, Eduardo Larre, Edgardo Fiore, Felicitas Rueda Zavalía, Isabel Tiscornia y David Santana.
 

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Cinco fragmentos del la banda sonora de Arte destructivo. 40" cada uno
 
Vista de la sala
Vista de la sala, en primer plano
Antonio Seguí
Seguí y López Anaya
Seguí y López Anaya
en la sala de exposición
Kemble escribió en el texto del catálogo de la muestra: “Se me ocurrió que sería interesante canalizar esta tendencia destructiva del hombre, esta agresividad, reprimida en la mayoría de los casos pero siempre pronta a explotar nocivamente, en una experiencia artísticamente inofensiva”. Proponía, por lo tanto, apoderarse de objetos preexistentes con el fin de “proyectar (los deseos destructivos) en ellos y revelarse por su mediación”.
Arte destructivo fue “una experiencia limitada en su logro, pero rica en sugerencias”. Se trataba, apuntaba Kemble, de la “primera presentación, luego de la muestra ¿Qué cosa es el coso? (1957), de objetos no artísticos cargados de significación por el contexto. Era la primera sugerencia sobre el proceso creativo que puede lograrse a través de un mecanismo mental manejable a nivel consciente, la inversión en este caso. Asimismo, constituyó la primera jerarquización sistemática de la belleza expresiva de lo no convencional y la primera ambientación auténtica entre nosotros”. (..) Era una exposición de carácter experimental, un ensayo, destinado a comprobar que: “así como el hombre deriva emociones intensas, satisfacción, placer, o lo que quiera llamársele, de las actividades constructivas y creadoras, también existe en él, el polo opuesto. El de derivar emociones, placer o satisfacción de la destrucción, del romper, quemar o descomponer y de la contemplación de tales actividades”.
Aldo Pellegrini, desde una concepción impregnada por el surrealismo, afirmaba en otro de los textos de presentación: “Más profundas, más extensas que las de la construcción son las leyes de la destrucción. Pero destrucción y construcción son mecanismos asociados. Nada se puede construir sin una etapa previa de destrucción. Una lenta y solapada corriente de destrucción circula por la naturaleza que nos rodea, y toda esa tarea de destrucción confluye en la construcción de la vida. (...) La destrucción depurada por el artista, llevado éste de la mano por el guía acre cáustico, irreverente del humor, nos revelará inéditos mecanismos de belleza, oponiendo así su destrucción estética a esa orgía de aniquilamiento en que está sumergido el mundo de hoy”.
 
Aspecto de las obras
Aspecto de las obras
El público, muy numeroso, mostraba las más variadas reacciones, generalmente de rechazo e indignación. La crítica hablaba de “un basural artísticamente montado”; de “arpilleresco, sucio, despanzurrado y lastimoso reducto”; de “dársena pestilente de lo vacío y lo putrefacto”. Las escasas adhesiones provenían de artistas y escritores ligados al surrealismo (Aldo Pellegrini, Enrique Molina, Juan Batlle Planas) y de antiguos vanguardistas (el escritor Oliverio Girondo, el escultor Pablo Curatella Manes, los pintores Antonio Berni y Germaine Derbecq, el compositor Juan Carlos Paz, el psicoanalista Enrique Pichon Rivière).
En 1966, cinco años después de la muestra de Arte Destructivo de Buenos Aires, Gustav Metzger y John Scharkey organizaron el Destruction in Art Symposium, DIAS (Simposio sobre la destrucción en el arte), en el Africa Centre, de Londres. Metzger reunió las diversas experiencias ligadas a la destrucción en el arte, en un simposio internacional, multicultural y multidisciplinario. Asistieron más de cuarenta artistas, mientras que otros sólo enviaron documentación acerca de sus trabajos en el campo de la destrucción en el arte. Entre los que presentaron documentos estaba el grupo de Arte destructivo, que presentó fotografías y cintas grabadas. Luis Alberto Wells asistió en representación del grupo. Dos años más tarde, en Nueva York, se realizó la manifestación colectiva Destruction Art-Destroy to Create (Arte de destrucción-destruir para crear) en el Museo del Finch College de Nueva York. Lucio Fontana asistió al encuentro, en una de sus últimas presentaciones públicas.