El fotógrafo argentino Humberto Rivas, hombre de dos mundos –vive y trabaja en Barcelona–, expone sus últimos trabajos en la Galería Ruth Benzacar de Buenos Aires. Se trata de una colección de retratos hechos en estudio, que denotan a un creador ya maduro en el oficio de encontrar imágenes capaces de representar por si solas a seres humanos esencialmente distintos.
[...] Sus obras arrancan de un punto de partida común a otros autores –como Richard Avedon, Diane Arbus o Robert Mappelthorpe–, según el cual, el retratado participa activamente en la creación de su imagen [...].
Los personajes de Rivas están despojados de contexto. El decorado neutro impide desviar la atención de aquello que interesa, favorece la concentración en el sujeto que está frente a la cámara. La foto intenta desentrañar el misterio del rostro, adivinar la trayectoria impresa en el gesto y la mirada. Vestidos o no, los retratos aparecen desnudos ante la cámara. Sólo llevan encima su historia personal.
Algunos detalles agregan información a la imagen. Un arco, un mechón suelto, una sotana gastada, se constituyen en claves que ayudan a digerir una mirada clavada en el espectador.
Todos sabemos que cuando intentamos comunicarnos con otra persona,