Si bien desde temprano Yente hizo ilustraciones para acompañar libros –en 1936 se ocupó de
Amalia de José Mármol– y en 1938 realizó la primera versión del
Libro de Navidad, se puede afirmar que sus “libros ilustrados” –tal como ella los denominó– son creaciones plástico-literarias desarrolladas desde los primeros años de la década del 40. Para su confección echó mano de los más diversos recursos formales y técnicos y, para sus contenidos, transitó la poesía, las Sagradas Escrituras, el relato autobiográfico no exento de humor y el cuento infantil. Ya sea a través descripciones figurativas, síntesis o abstracciones alusivas, trabajadas con temple, óleo, acuarela, collage, papeles calados o recortados, estos emprendimientos tuvieron como objetivo la edición impresa. Pero tras algunos intentos fallidos –el
Libro de Navidad regresó a sus manos deteriorado–
estas piezas se integraron a su producción como trabajos independientes y la particularizaron hasta finales de los años 70. En su elaboración se desempeñó como adaptadora de textos, inventora de narraciones inéditas, diseñadora de tipografías y creadora de inspirados dibujos y pinturas que superaron la categoría de meras ilustraciones, dando pruebas del poder narrativo de las imágenes.
Nada mejor que su propio testimonio para comprender los lineamientos y propósitos de esta importante parte de su obra que abarca más de veinte álbumes: