El paisaje y el hombre de provincia, con sus costumbres y sus circunstancias se hicieron presentes en la obra de Berni desde el comienzo de su producción. A fines de los años 40 y principios de los cincuenta sus reiterados viajes a Santiago del Estero para encontrarse con Lino Enea Spilimbergo, que residía en Tucumán desde 1948, lo pusieron en contacto con el noreste del país. A la pampa o las serranías de sus paisajes, se agregaron los quebrachales y las áridas planicies. Estas series de pinturas están dedicadas a los hacheros que penosamente desmontaban un monte no renovable y a los “agricultores golondrina”, que ante la escasez de trabajo en una zona pobre y mal explotada, debían emigrar por distintas regiones del país siguiendo las rutas de la siembra y la cosecha.