La elección de la cama como mesa parangona las pulsiones ejercidas por la comida y el sexo. La inclusión de los lechones y la falta de cubiertos convergen en los diversos significados que popularmente tiene la expresión chanchada, que también hace referencia al acto sexual. El protagonismo de la carne en esta obra, además de connotaciones sensuales, tiene el propósito de ser un acto reivindicatorio frente al fundamentalismo vegetariano y por extensión ecológico.
En 1994 realiza una instalación en la que un lechón vaciado en silicona pende de un sistema transportador. La morbidez del material le imprime, cuando funciona el mecanismo, los temblores propios de la agonía. La pulcritud de la realización remite a la asepsia de los frigoríficos. Esta obra revela en lo aparentemente inocente y rutinario, la perversión que conlleva cualquier sistema de matanza programada. Pero la metáfora es más amplia: propicia una experiencia estética concentrada en inquietantes mecanismos de identificación.
En su última producción, cabecitas de pollos en resina poliéster integran la urdimbre de grandes carpetas. Se trata de una crítica a cierto esteticismo banal. Obras cuya visión global remeda lo decorativo, en sus detalles enfrentan al espectador con la mutilación y la muerte.
[...] Costantino se identifica con lo que Vattimo –siguiendo a Benjamin y Heidegger– señala como característico del arte tardomoderno: el shock y el ejercicio cotidiano de la mortalidad, que son los fundamentos esenciales de la experiencia estética contemporánea.