Entre el mundo de la moda, los diseñadores de joyería y las heladeras de supermercado, Nicola observa e insiste en hacer comentarios. Entre molesta e irónica no puede escapar a la tentación de parodiar los lugares comunes que invaden discursos y declamaciones, ni evitar la irritación ante las apariencias y los refinamientos pretenciosos. Hace del chancho su emblema contra los discursos naturistas y las declaraciones hipócritas, hace de los pollos sus mejores cómplices en la "porquería". Sus gestos son políticos y poéticos y también son domésticos, mientras se corre decidida de ese lugar incómodo de lo femenino como resguardo de la limpieza y la pulcritud hogareña. No busca demoler nada, no busca provocar ni ser repulsiva. Sería muy evidente y el chancho se merece un destino mejor. Junto a la fábula de los tres chanchitos y al chancho alcancía, Costantino agrega su chanchería mientras sigue trabajando en una Buenos Aires que siempre le ofrece la posibilidad de un nuevo comentario, entre animales domésticos y una granja cada vez más surtida.