exactamente igual. Hago calcos de tetillas masculinas, ombligos y el frunce del culo de todos. Las prendas a veces están coronadas por cuellos de pelo humano, que viene de Rusia y compro en los Estados Unidos.
Al principio hacía tetita por tetita, ombligo por ombligo, culito por culito. Ahora hago paños grandes con moldes de resina con fibra de vidrio. Sobre estos, primero aplico el colorante marroncito para los pezones y los frunces. Luego, pongo la silicona color piel montada sobre una tela muy delgada que me permite cortar y coser. La costura se hace a máquina con una técnica inventada por mí. Aunque es dificilísimo y lento tengo que hacer todo yo. Me recuerda a mi primer trabajo con mi madre.
Cuando hace años me compré un tapado de piel, aprendí como trabajan hoy los peleteros y uso las mismas técnicas. Se tiene que ver la costura entre los paños para que se note a simple vista que es piel natural y no sintética.
Los vestidos de “piel humana” son agradables y bellos y, una vez más, guardan una estrecha relación con la muerte. Deberían horrorizarnos y, sin embargo, son tan hermosos. Cuando la ropa está en la percha siento que le falta la última horneada, la veo terminada cuando alguien la está luciendo.
Mi trabajo es un viaje a la perversidad. Sin premeditarlo, hice varias cosas de performance y después me di cuenta de la importancia que guarda. Incluso en este momento es lo que más me interesa, es como una especie de puesta en escena. El elemento de performance, mimetizado a