d'artista (1961) de Piero Manzoni (una lata que contiene treinta gramos de excrementos del autor, “conservados al natural”) y las performances teatrales de los accionistas vieneses, que utilizaban carne cruda, tripas, vísceras aún tibias y excrecencias sanguinolentas extraídas de cadáveres de corderos. En la década de los años noventa, se ubican en esta vía algunas obras de Cindy Sherman, de Kiki Smith, de los hermanos Chapman, de Andrés Serrano, etcétera.
La instalación de Costantino dirige su discurso hacia el cuerpo y la obsesión por la belleza y la juventud, la cosmética de lujo, la publicidad de los productos deseables y demás. Aunque se utilizó la grasa extraída del propio cuerpo de la artista, es inevitable la controversial referencia a las atrocidades nazis. Los fantasmas del exterminio, del horror, no dejan de sobrevolar en el siglo XXI.