“Quien tomó el compromiso de llevar a cabo una acción en el mundo, de hacer arte, se presupone bueno, se presupone inocente”, sostenía el artista húngaro László Moholy-Nagy. Yo, como artista, vivo un impulso creativo libre de segundas intenciones.
Mi obra no es una reflexión sobre el Holocausto ni se nutre de él. A la hora de establecer una referencia directa de la utilización de grasa lipoaspirada en jabones, ésta le correspondería a la película estadounidense El club de la pelea (1999), donde, en una crítica ácida a la sociedad de consumo, los protagonistas roban grasa de una clínica de cirugía estética con el fin de hacer jabones y vendérselos a los ricos para que se laven la cara con su propio culo.
Vemos el mundo lleno de segundas intenciones, de especulación: intereses económicos y políticos de los que el impulso artístico original es ajeno. Inocencia no es lo mismo que ingenuidad, opinaba Moholy‑Nagy. Así fue como, considerando seriamente los posibles errores de interpretación y el debate que podría generarse, supedité la realización del proyecto a la opinión de autoridades religiosas e institucionales judías. Todos comprendieron perfectamente el sentido de la obra y consideraron beneficioso el debate que podría suscitar. Hay quienes no lo entienden así