[…] Roberto Elía - […] resulta que mi madre daba clases en la Fernando Fader. Ahí, como en todas las escuelas secundarias, había una muestra de fin de curso, de los trabajos del año, y tenían una materia que era decoración de interiores, y los alumnos presentaban maquetas, ambientes de casas sin techo. Yo las veía y alucinaba, porque veía en un pequeño espacio, chiquitito, millones de historias. Y un día dije: voy a hacer una historia; entonces, armé una caja y armé una historia; y ahí ya empecé a colgar los objetos.
[…] empecé a juntar cajas de cartón, rezagos, elementos de desecho, o maderas. Y armaba una estructura. Por otro lado, mi abuelo era presidente de la Liga de Ajedrez de Junín; mi viejo me enseñó a jugar –en un juego que todavía tengo– y yo siempre jugaba con él. Y un día, ya en la Belgrano, pensé: “bueno, pero ¿a qué otras cosas podemos jugar con el juego de ajedrez que no sea al ajedrez? Y entonces empecé a poner cositas diversas sobre el tablero, examinando las relaciones de esos elementos con los cuadrados, con el gran cuadrado de tablero, etc.
Eduardo Stupía - Creo que vos nunca has perdido esa capacidad de “arbitrariedad iluminada”, digamos; esa instancia donde el intercambio y la combinatoria de elementos es insólita, ilimitada, inmediata; donde todo es posible, y podés apelar a cualquier sistema, un juego...