En la década del '60 se extienden los parámetros del lenguaje abstracto geométrico, iniciado por las vanguardias del siglo XX. La obra se concibe como un objeto, en el que la forma coincide y es indistinta de su contenido, ya que, al evadir toda narración representativa, los medios del lenguaje visual ocupan el centro de las preocupaciones estéticas. Para los artistas es un modo directo de comunicación con el observador al que pretenden involucrar cada vez más activamente. El arte óptico-cinético y las construcciones minimalistas son unas de las principales tendencias que se desarrollan en el orden internacional. Norberto Gómez vuelve de París en 1966, luego de trabajar con Julio Le Parc, conspicuo creador de arte cinético. Al llegar desarrolla el tema del movimiento, pero sugiriéndolo, como potencialidad que se activa por el recorrido de la mirada, incentivada por los planos que sucesivamente se despliegan y en los que, internamente, se insinúan desplazamientos de figuras recortadas, provocando la sensación de “escape” y disgregación.