En estas obras, auscultando tumbas, se conjetura y muestra lo que sospechamos que ocurre en los cementerios, lugares secretos y amurallados, que se construyen para conmemorar, pero también para separar y olvidar. Descomposiciones, derrames de humores, objetos y cuerpos degradándose hasta formar un amasijo difícil de diferenciar, hacen evidentes los cambios constantes que impulsan la prosecución de la vida y que, como por inercia, atraviesan los umbrales mismos de la muerte.
El anclaje epocal vuelve a emerger en parrillas y crucifixiones que simbolizan el martirio, mientras Pie de trinchera evoca en forma eficiente la Guerra de las Malvinas, mostrando una amputada extremidad gangrenada por el frío.