Desde 1991 Gómez experimenta con el bronce. En esos años realiza un largo aprendizaje que demanda la adaptación a ciertos requerimientos técnicos, que el artista, sin embargo, desafía. Ninguna pieza es igual a otra, por más que se haya partido del mismo modelo. Gómez interviene y modifica cada ejemplar, agregando o sustrayendo volúmenes, revelando detalles, perfilando actitudes o transformando gestos. Así, el proceso de moldeado y fundido, diseñado para ejecutar varias copias, es contradicho por variaciones que convierten al múltiple en pieza única. La continuidad de la iconografía desarrollada en los yesos, permite al artista profundizar su poética. Emplea un material significativo en sí, cuya perdurabilidad es tradicionalmente asociada al monumento.